Elección demediada - Semanario Brecha
El comienzo de la campaña electoral en Brasil

Elección demediada

La campaña arrancó oficialmente esta semana, bajo la sombra de la desinformación y los ataques presidenciales al sistema electoral. El clima de polarización no acepta más que dos candidatos: Lula y Bolsonaro.

Luiz Inácio Lula da Silva en un acto en la fábrica de Volkswagen en São Bernardo do Campo, San Pablo, el 16 de agosto. AFP, MIGUEL SCHINCARIOL

Este martes empezó formalmente la campaña electoral en Brasil. En realidad, lo que llegó es la autorización oficial para hacer campaña: para pedir el voto. La propaganda electoral gratuita en radio y televisión comienza el 26 de agosto, y el 28 es el primer debate presidencial. Lula ya confirmó su presencia, Bolsonaro todavía no oficialmente, pero ha dicho que esta vez sí participará de los debates, a diferencia de lo que hizo en 2018. La primera encuesta, encargada por la TV Globo, mostró que Lula lidera la disputa con 44 por ciento, Jair Bolsonaro le sigue con 32 por ciento. Estos resultados dejan abierta la puerta a una victoria de Lula en primera vuelta. En caso de segunda vuelta, la encuesta le da 51 por ciento a Lula y 35 a Bolsonaro.

DE REVÉS EN REVÉS

El martes de noche asumió el nuevo presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), Alexandre de Moraes. La ceremonia, que suele ser meramente formal, fue esta vez un polvorín político. Durante su discurso, De Moraes exaltó las urnas electrónicas y el sistema electoral brasileño como garantía de democracia, y fue aplaudido por todo el público presente, menos por la persona que estaba a su lado: Bolsonaro. En el público estaban, además, Lula, Dilma Rousseff y uno de los articuladores de su impeachment: Michel Temer. De Moraes, que es miembro del Supremo Tribunal Federal, lidera en ese organismo la investigación sobre noticias falsas y ataques a la democracia, que tiene bajo el foco al entorno de Bolsonaro (véase «Clan fake», Brecha, 5-VI-20), y es el villano perfecto para sus seguidores, el personaje que aman odiar.

La designación de De Moraes al frente de la autoridad electoral no fue el único mensaje fuerte y claro que Bolsonaro recibió por estos días. El 11 de agosto, en un masivo acto en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Pablo se leyó la «Carta a las brasileñas y a los brasileños en defensa del Estado democrático de derecho», que fue firmada por más de 950 mil personas. El hecho remitió a la lectura de la «Carta a los brasileños», de 1977, en plena dictadura militar, y tuvo amplia difusión mediática. La misiva responde a los permanentes ataques del presidente y sus seguidores –incluidos sectores de las Fuerzas Armadas– contra las urnas electrónicas y el sistema electoral.

El acto del 11 se encuentra, además, bajo la sombra nebulosa de los actos programados por la derecha para el 7 de setiembre, cuando se cumplen 200 años de la independencia del país. A esta fecha patria, como ocurrió el año pasado, los bolsonaristas la han condimentado con características de Día D, a través de disimuladas o descaradas amenazas golpistas.

MÁQUINA DE ENGAÑOS

«É fake» se ha convertido en una expresión de uso corriente en Brasil. La doctora en Comunicación Luciana Panke, investigadora de la Universidad Federal de Paraná y vicepresidenta de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales, dijo a Brecha que «las noticias falsas inducidas a través de rumores son tan viejas como la política, siempre fueron utilizadas o estuvieron presentes, pero hoy en día vemos una potenciación de esa estrategia por la difusión que adquieren en Internet y por la organización para difundirlas, que se da de forma muy avanzada en Brasil».

El caso más paradigmático quizás sea la elección de 2018, en la que tuvieron eco en la población noticias como el kit gay y las mamaderas con forma de pene que el PT supuestamente había repartido en las escuelas para «homosexualizar» a la infancia. El aluvión derechista vivía entonces su esplendor, el odio visceral al PT dominaba el debate público, y esto posibilitó que noticias a priori tan absurdas encontraran quien las creyera.

Pero no es la relativa bajante de la ola antipetista la que hará desaparecer las noticias falsas. Las instituciones del Estado tuvieron que tomar medidas concretas, no exentas de polémica. El TSE relanzó este año el Programa de Enfrentamiento a la Desinformación, creado en 2019, al que se han plegado Google, Telegram, Whatsapp, Youtube, Facebook, Instagram y Twitter. Pero la iniciativa que más debate ha generado es la investigación sobre fake news del Supremo, instaurada hace tres años por De Moraes. Quienes la apoyan dicen que ha señalado a responsables directos de diseminar esas informaciones falsas y ha identificado a sus financiadores; algunos especialistas, por su parte, han llamado la atención sobre una cierta discrecionalidad en los procesos y en los pedidos de prisión, y los bolsonaristas se dedican a dispararle 24 horas al día.

Desde la semana pasada corre el rumor entre muchos fieles evangélicos de que, de concretarse su eventual victoria, Lula cerraría las iglesias. El sábado, durante la Marcha por Jesús, en Río, el pastor de Asamblea de Dios y diputado federal Marco Feliciano reconoció a la radio CBN que él difunde esa «alerta» entre sus fieles.

Pablo Ortellado, coordinador del Monitor de Debate Político en el Medio Digital y profesor de la Universidad de San Pablo, dijo a Brecha que el escenario es en parte semejante y en parte novedoso con relación al de 2018. «Lo que hay de semejante es que varios problemas permanecen. El caso más grave es Whatsapp, que permite que la distribución de mensajes virales se masifique sin que sepamos quién la comenzó. Esto es prácticamente una invitación al juego sucio.» Lo nuevo para Ortellado es que «desde el TSE hubo una mejoría en el accionar respecto a este fenómeno, y el tribunal tiene ahora un equipo propio, bien capacitado para lidiar con la desinformación. Algunas empresas están muy activas, como el propio Whatsapp, que, a pesar de no resolver el problema principal, tiene un equipo dedicado a monitorear las fake news».

EL ARTE DE LAS ALIANZAS

Desde su «Carta al pueblo brasileño» de 2002, cuando tranquilizó al mercado financiero de cara a la elección que lo consagró presidente, Lula ha buscado presentarse como un baluarte de la paz social. Una vez más, como hace 20 años, el contexto se repite: la necesidad de reconstrucción del país. Pero esta vez con un componente diferente que lo acerca al de la campaña por elecciones directas de 1984: la necesidad de reivindicar la democracia. Panke dijo a Brecha: «En Lula vemos una repetición discursiva con las referencias al combate al hambre, al que hace referencia desde que comienza su vida pública. Él retoma eso ahora, en un momento crítico en el que, junto con el combate a la miseria, apela a la idea de que es necesario volver a ser un país democrático».

Esa búsqueda de una imagen de conciliación democrática se ve en sus alianzas. La primera anunciada oficialmente fue con su candidato a vice, el exgobernador conservador de San Pablo, Geraldo Alckmin, otrora su rival en las presidenciales de 2006. Alckmin parece ser un agente tranquilizador para los sectores empresariales, centristas o incluso de derecha no bolsonarista.

Ahora el expresidente consiguió otra alianza inesperada: el diputado federal André Janones. Votante petista entre 2003 y 2015, Janones se había alejado del partido y había ganado notoriedad como líder de la huelga de camioneros de 2018. En abril de ese año, su nombre se había viralizado por no saber cómo se llamaba el presidente de Argentina, pero cuatro meses después sería elegido a la Cámara Baja al frente de su propio partido, Avante. De religión evangélica y cercano a ese sector del electorado, es el diputado federal con mayor número de seguidores en redes. Janones fue, además, uno de los principales defensores del Auxilio Brasil, el programa social de transferencia de recursos a las familias más pobres, promulgado a raíz de la pandemia y que Bolsonaro intenta capitalizar electoralmente. La aprobación de ese apoyo económico implicó una ardua disputa en el Congreso, en la que Janones tuvo un papel determinante.

El líder de Avante se había posicionado este año como precandidato a la presidencia, pero este mes anunció que desistía para acompañar la candidatura de Lula. Se espera que lidere la respuesta petista a la narrativa oficialista sobre el Auxilio Brasil. «Para Lula es un golazo», dijo a este semanario Marta Arretche, profesora titular del Departamento de Ciencias Políticas de la universidad paulista.

En el ecosistema digital, otro apoyo fundamental para el líder del PT es el que recibió de la famosísima cantante Anitta, récord de ventas en su país, número 1 este año en el ranking mundial de la plataforma Spotify y con tres veces la cantidad de seguidores en Instagram y el doble en Twitter que Bolsonaro. «Las cuentas personales de Lula y Bolsonaro tienen muchos seguidores, pero no son nada en comparación con los influencers, blogs y medios digitales que los apoyan. En el caso de Lula hay una nutrida tropa de intelectuales, miembros de la música popular brasileña y actores, y Anitta es una más de ese grupo. Bolsonaro, sin embargo, también tiene muchos apoyos y cuenta con el respaldo de personalidades del sertanejo y el fútbol, por ejemplo», afirma Ortellado.

DISCO RAYADO

Que el actual presidente y candidato a la reelección comenzó su campaña es un decir. Lo cierto es que nunca dejó de estar en modo electoral desde que asumió el mandato, y su actuación al frente del gobierno durante estos cuatro años estuvo siempre guiada por la búsqueda de la reelección. En ningún momento dejó de hablar para su núcleo duro de apoyos, y dedicó eternas horas de su horario laboral a recorrer el país en las llamadas motociatas, marchas en moto acompañado de sus bases más radicales. Para Panke, «el discurso de Bolsonaro sigue la misma lógica desde 2018: tratar de crear confusión todo el tiempo». «Su respuesta repetida es: “Ustedes están exagerando, no fue exactamente eso lo que quise decir”, y su narrativa, la de 2018: combate a la corrupción, defensa de la familia tradicional y Dios.»

La leve mejora de algunos indicadores económicos en estas vísperas electorales todavía no logra disimular la estrepitosa calidad del nivel de vida de la población. Según un estudio realizado entre noviembre y abril por la Red Brasileña de Investigación en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional, el hambre se duplicó en los dos últimos años. Más de 33 millones de brasileños (15 por ciento de la población) pasan hambre. Seis de cada diez sufren inseguridad alimentaria.

Con demasiados resultados negativos para mostrar en ese frente, los canales de difusión del entorno del presidente apelan al miedo y lo amenazante de que vuelvan el PT y «el expresidiario». Son frecuentes las publicaciones –incluso en las cuentas oficiales del mandatario– sobre el comunismo, Nicaragua, Venezuela, los fantasmas del aborto y la liberación de las drogas. El horizonte de una posible condena a prisión si no es reelecto –algo a lo que él mismo se ha referido en variadas ocasiones– le quita el sueño a Bolsonaro. El presidente ya le anunció al mundo, en una reunión a la que citó a todos los embajadores extranjeros el mes pasado, que no cree en el sistema electoral que tantas veces lo eligió. Un elemento que le pone un manto de incertidumbre a lo que ocurrirá en octubre, cuando, de acuerdo a lo que indican las encuestas, los votantes pondrán a su principal rival al frente de la república.

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