Hace tiempo que el cine de superhéroes, quizá en una búsqueda de variantes y de ampliar sus horizontes, tantea un terreno hiperviolento y algo alejado de lo que generalmente se conoce como cine familiar. La incursión del género en el gore más desquiciado no es algo nuevo: viene desarrollándose desde hace años. Kick-ass, Logan, Deadpool y la notable serie The Boys obtuvieron la clasificación R, la cual, al menos en principio, restringe los contenidos a una audiencia adulta. En este contexto, DC, la histórica firma detrás de superhéroes como Batman y Superman, eterna competidora de Marvel, apostó fuertemente en este sentido, dando con una de las películas1 de superhéroes más desacatadamente sangrientas hasta el momento, con un nivel de hemoglobina en pantalla que supera el de cualquier película de explotación gore de los años setenta. Por supuesto, todo en un contexto exagerado y lúdico sin ninguna base de realismo, lo cual lleva a que el exabrupto sea ameno y digerible por un gran público.
El Escuadrón Suicida es un grupo de antihéroes sumamente desarrollado y revisitado en los cómics de DC. Se trata, básicamente, de un rejunte de delincuentes con poderes utilizado por el gobierno como carne de cañón para misiones especiales o directamente suicidas. En 2016 salió la primera entrega, titulada Escuadrón Suicida, protagonizada por Will Smith, con Jared Leto haciendo de un Guasón extrañísimo y Margot Robbie en el papel de Harley Quinn, quizá la psicópata más querida del universo de los cómics. La película no estaba mal, pero a DC le ganó la corrección política: justamente la esencia de los cómics era que, en sus misiones, los miembros del escuadrón morían como moscas, a menudo de formas extremadamente violentas. Esto no estuvo presente en aquella película, pero sí en esta nueva entrega, titulada El Escuadrón Suicida (por si fuera necesaria la aclaración, el artículo el es la diferencia entre ambos títulos).
Pero la baza más fuerte de DC no es el viraje hacia este mundo sangriento e impiadoso con sus personajes, sino contar con uno de los directores más mimados y cotizados de Hollywood. Se trata de James Gunn, director de nada menos que Guardianes de la Galaxia, 1 y 2, y de divertimentos como Slither (2006) y Super (2010). Algunos tuits desafortunados publicados por Gunn hicieron que Disney y su filial Marvel Studios lo despidieran de sus filas, lo cual supuso una enorme oportunidad para DC de hacerse con la gallina de los huevos de oro. A Gunn se le encargó escribir y dirigir esta película, y lo cierto es que, al hacerlo, logró uno de los puntos más altos de su carrera. Se trata de un blockbuster colorido, espectacular y especialmente sorprendente; una entrega explosiva en la que vuelan cabezas y tripas tanto de tirios como de troyanos.
Gunn parece haber aprendido una lección de vida del cineasta Robert Rodríguez, ya que esta película tiene muchísimas concordancias con su estilo. Así, la capacidad de priorizar la creatividad sobre el perfeccionismo, dando rienda suelta a la imaginación sin demasiado miedo al ridículo, es su atributo más valioso. También resulta evidente la cancha que tiene para que sus personajes se desenvuelvan en situaciones mundanas y casi infantiles, y para hacerlos bailar casualmente. Hay, además, múltiples referencias a la cultura popular, todo un muestrario de que Gunn es un cinéfilo nutrido, no solo del cine local, sino también de influencias foráneas, lo que puede notarse en la aparición en la pantalla de un llavero de Mafalda y un maravilloso clip en el que Harley Quinn elimina a una veintena de soldados, de cuyas heridas emergen, en lugar de sangre, coloridas flores: todo un homenaje a la genial película japonesa Why Don’t You Play In Hell?, de Sion Sono.
Al parecer, la producción hizo una suerte de borrón y cuenta nueva eliminando a Smith y sustituyéndolo por Idris Elba, desapareciendo a otros personajes y colocando en primera plana a la mejor intérprete de la entrega anterior: Robbie, una actriz que desborda carisma y talento en cada cuadro. Los personajes son queribles, aunque sin alcanzar el encanto de los guardianes. Y es cierto que, de a ratos, sus diálogos no causan la gracia que querrían, pero las carencias se compensan con creces: difícil dar con un cine tan endiabladamente entretenido.
1. The Suicide Squad, Estados Unidos-Canadá, 2021.