Una mujer cuyos pasos –tanto en política como en la esfera personal– dieron que hablar y permiten tejer teorías acerca de otras decisiones que podría haber tomado, varias estrafalarias siluetas que asoman en torno a un grupo de meditación y una ama de casa que recibe una llamada capaz de alterar la fastidiosa monotonía de sus días dan lugar a tres espectáculos en los cuales, de pronto, alguien emprende pasos inesperados.
Eva Perón (Teatro del Centro), del francoargentino Copi (Raúl Damonte Botana), con dirección de Roberto Andrade, no sólo teje una historia imprevista acerca de un camino que podría muy bien haber transitado tan famosa protagonista en sus últimas etapas, sino que, además, impone que el papel de la dama en cuestión sea cubierto por un actor. Alrededor de la primera se mueven, en verdad, las figuras de su posesiva madre, el famoso mandatario en el ocaso, un influyente allegado y una enfermera cuya presencia cobra creciente importancia, a lo largo de un texto que apuesta a lo increíble con una naturalidad como para empujar al espectador a tejer provechosas conjeturas no sólo de orden político. La puesta de Andrade, a partir de la caracterización de Gerardo Begérez como una Evita que jamás cae en lo grotesco, elige un adecuado tono de verosimilitud para llevar adelante un disparate histórico que, en definitiva, no se ubicaría demasiado lejos de otros disparates, los cuales, en realidad, sí ocurrieron. El acertado ritmo sin pausas de las entradas y las salidas del quinteto de personajes en juego y el impecable desempeño de Begérez, Susana Castro, como la madre de la titular, Sergio Pereira, un creíble Perón, Marcos Valls, en el papel de un hombre que hace y deshace más de lo suponible, y Claudia Trecu de Lucía, encarnando a la sorprendida enfermera, brindan contundente solidez al espectáculo. La escenografía de Gerardo Bugarín, el vestuario de Nelson Mancebo y la banda sonora de Fernando Condon contribuyen asimismo a poner en marcha las muy atendibles suposiciones del agudo Copi.
Zen (El emporio vegetal) (Platea Sur), escrita y dirigida por el sanducero Johnatan Sconamiglio, da pie al encuentro imprevisible de un hare krishna con un par de veganas, un reapartidor de carne y un agente de la Interpol, cada uno de los cuales tiene bastante que decirle a los demás. Aunque la disparatada reunión de estos cinco hubiera, quizás, dado motivos para seguir adelante con un asunto que llega a su conclusión de manera algo abrupta, dado el tenor de los involucrados, Sconamiglio prefirió hincarle el diente a las caracterizaciones individuales, un punto que halla en Darío Saravia, Marcelo Garmendia, Carolina Taranto, Camila Pozzo y Camilo Martínez apropiados intérpretes, prontos para extraer buen jugo de su desempeño.
Sólo llamé para decirte que te amo (La Gringa Teatro), del argentino Nelson Valente, con dirección de Álvaro Correa, mediante una impronta naturalista, ligeramente tocada por el absurdo que tantas veces emerge en la diaria existencia, se apoya en el estribillo de la famosa canción citada por el título para señalar qué puede suceder cuando la jefa de una familia estridente, y a todas luces desconsiderada, atiende una llamada del exterior que revive un pasado hermoso. Con la debida crueldad, Valente, autor de la reciente El loco y la camisa, pinta aquí cómo los defectos de quienes rodean a la protagonista arruinan no sólo los días y las noches de la pobre mujer sino los propios, hasta el grado que sería hora ya de que alguien pronunciase un “¡basta!”. A Correa le corresponde entonces desarrollar tal cuadro familiar con festejables idas y venidas del elenco que rodea a una compenetrada Virginia Marchetti y que integran Fabiana Charlo, Hernán Prieto, Beatriz Legorburu, Gabriel Villanueva, Claudia Carbone y Álvaro Pozzolo, como ines-perado visitante. Con dicho equipo dándole vida a los bien definidos personajes, aquí y allá teñidos de grotesco, el director consigue, sin trabas a la vista, recordarle a la platea que, la mayoría de las veces, hay que abrirle camino a los cambios.