Murió el 5 de marzo último en Tarragona, Cataluña. Fue durante varios años un eficaz y carismático dinamizador de la vida cultural de la ciudad de Montevideo, alguien a quien deberíamos haber recuperado con alegría después de la dictadura, pero no lo hicimos.
Era muy buen músico, y lo mostraba en su función de director de orquesta. Lograba que la Orquesta Sinfónica del Sodre sonara muy bien, y hacía un repertorio que brillaba por igual en óperas de Mozart o en la “Música para cuerdas, percusión y celesta” de Bartók. Lo mismo, posteriormente, con la Sinfónica Nacional en Buenos Aires, con la que supo hacer en 1971 la “Sinfonía” de Berio y estrenar en 1974 la “Música ritual” del entonces muy joven Mariano Etkin y, al mismo tiempo, luchar por los derechos sindicales de sus músicos hacien...
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