En Uruguay las tasas de depresión son altas. Esta premisa es la que explora la directora y dramaturga Leslie Sartorio en Bona, en la que una mujer desdoblada en cuatro voces (a las que encontramos en el programa de mano, que simula un prospecto de medicamentos, como “cuatro actrices vivas”) elabora un discurso propio sobre las vivencias de sobrellevar un pozo depresivo. Sartorio representa a una nueva generación de teatristas, y para su primera puesta elige dar voz femenina a un personaje de 20 años cercano a su realidad. La cercanía se hace necesaria para enfrentar este discurso y los nexos generacionales afloran con la bienvenida de las Spice Girls y su insistente “Wannabe”, hito pop adolescente de fines de los noventa. El universo femenino e infantil invade el escenario con una montaña de peluches desordenados que acompañarán al personaje en su camino interior. Sin embargo, el relato de Bona va adquiriendo rasgos adultos y reflexivos, en los que la enfermedad mental es un problema serio que no reconoce franjas de ningún tipo.
El monólogo a cuatro voces (una de ellas a través de instrumentos musicales ejecutados por Karen Bentancor) es una herramienta escénica recurrente que en este caso logra dibujar una imagen coral que representa la catarata de sentimientos del personaje. Bona nos cuenta sobre su soledad, sus aparentes amistades no tan cercanas, la ingesta de psicofármacos, el encierro sobre sí misma, la desidia, la disconformidad con su imagen, la necesidad de no pensar. Su discurso, desordenado, sigue las lógicas de la mente enferma. Sartorio utiliza el movimiento corporal de las actrices para crear pequeñas piezas coreográficas y darle al cuerpo un rol central. La mente se expone mediante el discurso, pero el cuerpo naturalizado destaca en su presencia fuerte sobre el escenario. “Crónicas en mi carne”, versa el subtítulo de la pieza y empatiza con la idea de que la depresión es un proceso que nos transforma por dentro y por fuera. La directora busca hacer visibles los costados de un padecimiento que, por sus propios mecanismos de evasión, generalmente se vive puertas adentro; la presencia escénica, entonces, permite generar una cercanía. Para el vestuario elige un gris azulado que tiende a lo neutro (seres distintos uniformizados), pero embebe el cuerpo de las actrices de un glitter que deja ver luz donde aparentemente no la hay, a la vez que resalta las figuras y el potencial de su movimiento.
El texto ganó la convocatoria Noveles y Notables de 2018 organizada por el Centro Cultural de España (Cce). Esta iniciativa apoya primeros proyectos de dirección, y la puesta contó con la tutoría de Florencia Caballero (directora de Cheta, de 2018, y de Inés. Eventualmente el amor triunfará, de 2017). Este vínculo generó un interesante diálogo creativo entre dos generaciones próximas. El rol de Caballero, quien ya tiene un camino en la dirección y una formación sólida en dramaturgia, fue ofrecer herramientas y contención en la búsqueda artística del proyecto, apoyando la apuesta formativa que lúcidamente ofrece el Cce. El elenco compuesto por Andy Calvete, Karen Bentancor, Mariana Queijo y Micaela Sanabria responde con soltura a las líneas de investigación propuestas por las directoras (la asistencia de dirección está a cargo de Sabrina Ambiado) y logra un diálogo fresco y atrapante sobre un mundo interno atormentado. Bona es una ópera prima arriesgada de un equipo joven que se anima a dar voz a experiencias propias, haciendo carne de un teatro interesante para seguir.