Un crucero por el Mediterráneo. Decenas de familias a bordo. Gente de todas las edades. Muchos niños. Se los ve contentos, extasiados al mirar hacia la costa. «¡Esa es Gaza, esa es Gaza!», grita de repente un nene cuando a lo lejos lo que queda de edificios en pie en la Franja se ilumina. Fascinante, la luz de las bombas al estallar. Algunos inmortalizan ese instante desde sus celulares. Otros escuchan atentamente a la guía, que les pide imaginarse esas tierras en las que algún día habrá nuevos asentamientos en los que ellos podrán vivir a sus anchas. «¡Gaza será completamente judía!», les grita a los niños y a sus padres y a sus abuelos una alucinada Daniella Weiss, exalcaldesa de Kedumim, un asentamiento en la Cisjordania ocupada, y líder del movimiento de colonos sionistas que organiza estas salidas marinas que se repiten por las noches. A su lado, otra señora, Limor Son Har-Melech, diputada en el parlamento israelí, clama mirando al cielo que, «si Dios quiere, Israel ganará y Gaza entera será judía». «Construiremos y seremos testigos del asentamiento de Sión y del asentamiento del pueblo israelí en Gaza», dice también la buena de Limor.
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Daniella Weiss tiene 79 años, dirige la organización Nachala («herencia» en hebreo) y desde fines del año pasado agita con nuevos bríos su proyecto sobre una Gaza de posguerra repoblada solo con judíos. «Sin esos 2 millones de árabes que todavía están allí», dice. De tanto en tanto, convoca a conferencias y organiza charlas en las que insta a su público a anotarse para formar parte de esos pioneros que se asentarán en una Franja «libre y recuperada». En marzo aseguró contar con «500 familias candidatas» a repoblar «de inmediato» una tierra que Israel «jamás debió haber abandonado». En una crónica sobre una de esas concurridas reuniones (20-III-24), el canal estadounidense CNN señaló que había entre parte del público «una profunda nostalgia de Gush Katif», el bloque de 21 asentamientos instalados en Gaza que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) desmantelaron a la fuerza cuando en 2005 Tel Aviv decidió retirarse del interior de la Franja. Los colonos no se querían ir. Hoy pretenden «retornar». Tienen apoyos políticos en el gobierno y un respaldo en la opinión pública bastante mayor al que contaban antes del 7 de octubre. El movimiento de colonización de Gaza no cuenta (¿todavía?) con los favores de la mayoría de la sociedad israelí, pero sus impulsores ya no son vistos en el país como unos locos fanáticos totalmente despegados de la realidad, como solían ser percibidos hasta hace no tanto tiempo. Teniendo en cuenta el proceso de «deshumanización de los palestinos» que se ha ido desarrollando en Israel este año, lo que antes podía aparecer como descabellado puede no serlo tanto hoy, señalaba Meron Rapoport, periodista de la revista israelí +972, en una nota publicada el 17 de setiembre (versión en español en sinpermiso.info, 18-IX-24).
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Descabellado podría haber parecido, por ejemplo, tan solo unos meses atrás –y ya no tanto– el plan elaborado por el general retirado de las FDI Giora Eiland, exjefe del Consejo de Seguridad Nacional, con el respaldo del Foro de Comandantes y Combatientes de Reserva, para evacuar a cientos de miles de palestinos del norte de la Franja de Gaza. El objetivo teórico sería sitiar a los 5 mil combatientes de Hamás que aún quedarían en la zona y obligarlos a entregar a los 101 rehenes (o sus cuerpos) que aún tendrían en su poder. Sería eso o el exterminio liso y llano por hambre. La meta real consistiría, sin embargo, en comenzar por allí el desalojo total de los palestinos de la Franja, en el marco de un proceso que tendría varias etapas en vistas de la colonización absoluta del territorio. La existencia del plan fue confirmada por el propio Eiland y varios medios israelíes. Kan, la radio pública israelí, señaló que fue examinado durante una reunión entre el primer ministro, Benjamin Netanyahu, y los integrantes del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa del parlamento unicameral israelí, la Knéset. «Es uno de los planes que se están considerando, pero hay varios otros», le dijo el domingo pasado el gobernante a la emisora, aunque admitió que la idea de los oficiales retirados de las FDI «tiene mucho sentido». Otras fuentes israelíes, entre ellas +972 Magazine, dan a entender que la de Eiland es la que más consenso tiene entre el alto mando y el gobierno israelíes. Un grupo de diputados que representan algo menos de una cuarta parte de la Knéset (27 sobre 120) apoyaron el plan en una carta dirigida a Netanyahu en la que afirman que sería una buena manera de «lograr algo» en esta «guerra». «Aún no hemos llegado a la meta en ninguno de los objetivos definidos por el Gabinete de Guerra», lamentan en el mensaje, y dicen también que si las cosas van bien, el mismo programa se podría aplicar en «otras partes del enclave».
De aplicarse el plan, toda la zona ubicada al norte del corredor Netzarim, una carretera de 4 quilómetros de ancho que parte a Gaza en dos, quedaría bajo
el control militar directo de las FDI. Estarían abarcadas, por ejemplo, las ciudades de Bait Hanun, Bait Lahiya, Jabalia y Ciudad de Gaza, la capital de la Franja. «Quienes se vayan recibirán comida y agua», quienes permanezcan, combatientes o no, serán tratados como enemigos, «en una semana todo el territorio del norte de Gaza se convertirá en territorio militar y, en lo que a nosotros respecta, no entrará ningún suministro en ese territorio militar», dijo Eiland en un video. «Lo correcto es informar a los aproximadamente 300 mil residentes que permanecen en el norte de Gaza, ciudadanos residentes, de lo siguiente: no sugerimos que abandonen el norte de Gaza, les ordenamos que abandonen el norte de Gaza.»
The Jerusalem Post, un medio de derecha editado en inglés en Tel Aviv que se limitó a ventilar la idea sin calificarla, dijo que quienes la concibieron aseguran que «está en plena sintonía con el derecho internacional, que permite los asedios e incluso permite dejar morir de hambre a los combatientes enemigos siempre y cuando se tomen medidas para ayudar a los civiles» (23-IX-24). Eiland y sus respaldos también citaron en su apoyo, sostiene el diario, «las pautas del Departamento de Defensa de Estados Unidos y una conferencia de 2022 dictada en la Universidad de Harvard». «Un asedio es la forma más efectiva de terminar rápidamente las guerras y reducir el número de bajas, tanto entre nuestros soldados como entre los civiles», asegura The Jerusalem Post que dice el esquema del plan.
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En su artículo de la semana pasada en +972 Magazine, Rapoport indica que el comienzo de la operación, a la que él llama «Orden y Limpieza», aún no está fijado. «La fecha es octubre, noviembre o diciembre de 2024, o tal vez a principios de 2025», escribe. Pero no tiene dudas de que algo se va a concretar y que será bastante peor que la orden de evacuación emitida por las FDI, el 13 de octubre pasado, al millón y pico de habitantes de entonces de Ciudad de Gaza. «Está claro para todos que, esta vez, Israel está planeando algo completamente diferente», y la diferencia residiría en que no se permitiría el retorno de la población civil a las zonas de las que sería desalojada. Sería, además, apenas un mojón. Habría otros.
La estrategia para el norte de Gaza tendría consensos no solo entre mandos militares, autoridades de gobierno y dirigentes políticos. También en medios académicos. Rapoport habla en realidad de un plan «Rabi-Eiland», al englobar entre los inspiradores de esta estrategia de militarización y exterminio al profesor Uzi Rabi, director del Centro Moshé Dayan para Estudios de Oriente Medio y África y docente en la Universidad de Tel Aviv. El 15 de setiembre, en una entrevista radial, Rabi propuso «eliminar a toda la población civil del norte» de Gaza. Y añadió: «Quien permanezca allí será legalmente condenado como terrorista y sometido a un proceso de inanición o exterminio».
Dos meses antes, en julio, otros académicos presentaron «a los responsables de la toma de decisiones en Israel», apuntó Rapoport, un documento titulado «De un régimen asesino a una sociedad moderada: la transformación y reconstrucción de Gaza después de Hamás», en el que respaldan la liquidación absoluta de Hamás como paso previo a la «pacificación» de los palestinos que queden en la Franja. «Es importante que el público palestino tenga una amplia percepción de la derrota de Hamás», dicen los autores de la propuesta, entre los cuales figura Harel Chorev, investigador en el Centro Moshé Dayan y ferviente partidario del plan de inanición y exterminio maquinado por el general Eiland.
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Rapoport se imagina lo que sucedería una vez en marcha el plan Rabi-Eiland. No lo hace en el vacío: le basta con recordar lo sucedido en los últimos meses, manejar la realidad actual y extrapolar sin forzar demasiado. «Volvamos a nuestro escenario», escribe.
«La Operación Orden y Limpieza se pone en marcha y, a pesar de las órdenes de evacuación del Ejército, unos 300 mil palestinos permanecen entre las ruinas de la ciudad de Gaza y sus alrededores, negándose a irse. Tal vez se queden porque vieron lo que les pasó a sus vecinos que se fueron al comienzo de la guerra, creyendo que era una evacuación temporal, y que hasta el día de hoy deambulan por las calles del sur de Gaza sin un lugar seguro para refugiarse. Tal vez porque temen a Hamás, que pide a los residentes que rechacen las órdenes de evacuación de Israel. O tal vez porque creen que ya no tienen nada que perder. De cualquier manera, el Ejército impone un bloqueo completo en una semana a todos los que permanecen en el norte de Gaza. Los combatientes de Hamás –el documento de Eiland estima que quedan 5 mil en el norte, pero nadie sabe realmente su verdadero número– se niegan a rendirse. En la televisión internacional y las redes sociales, personas de todo el mundo ven cómo la Ciudad de Gaza es consumida por una inanición masiva. “Preferimos morir antes que irnos”, dicen los residentes a los periodistas.»
El periodista evoca luego las discusiones que se darían en los medios masivos israelíes sobre la eficacia –no sobre la naturaleza o sobre su pertinencia ética– de la nueva operación de exterminio o sus efectos sobre la imagen exterior del país, aunque la mayoría del público terminaría apoyándola. En Estados Unidos, el secretario de Estado, Antony Blinken, llamaría a Netanyahu a la «moderación», protestaría un poco, la candidata presidencial demócrata, Kamala Harris, repetiría que comprende «el sufrimiento» de los palestinos y que Washington no apoya la reocupación de Gaza por Israel ni su desmembramiento, pero Netanyahu se mantendría en la suya y continuaría recibiendo armas, bombas y misiles de sus aliados estadounidenses. «La Ciudad de Gaza está completamente destruida, y entre las ruinas se encuentran los cuerpos de miles o tal vez decenas de miles de palestinos», se proyecta Rapoport. «Nadie sabe el número exacto, porque el área sigue siendo una “zona militar cerrada”. La Operación Orden y Limpieza se coronará con éxito. El Ejército, como se propone en el plan Eiland, se prepara para replicar operaciones similares. En coordinación con los comandantes de campo, aparentemente sin la aprobación del Estado Mayor, el revitalizado movimiento para reasentar Gaza, que ha estado esperando en los márgenes durante meses, comienza a establecer las primeras nuevas comunidades en áreas que han sido purgadas de palestinos.»
Inevitable ese escenario no es, admite Rapoport. Puede encontrar obstáculos en esa parte de la población que continúa manifestándose en las calles contra el gobierno de Netanyahu, o incluso en sectores del propio Ejército que no querrían ser responsables de llevar a cabo una operación que conduciría indefectiblemente a la muerte de los rehenes aún vivos o temerían que las nuevas atrocidades condujeran a una mayor inseguridad regional para Israel. Los obstáculos podrían venir también desde fuera del país: de unos por fin hartos mandantes imperiales, de una Europa que se resolvería a aplicar sanciones. Difícil, muy difícil visto lo visto, pero no imposible.
Rapoport dice, de todas maneras, que el escenario evocado en su nota parece bastante plausible. «Desde el 7 de octubre, la sociedad israelí ha experimentado un proceso acelerado de deshumanización de los palestinos, y es difícil esperar que el Ejército se niegue en masa a llevar a cabo una campaña de exterminio de este tipo, sobre todo si se presenta por etapas: primero obligando a la mayoría de los residentes a desplazarse, seguido de la imposición de un asedio, y solo entonces la eliminación de los que quedan». Y apunta para concluir: «Independientemente de lo que suceda en los próximos meses, el hecho de que las propuestas públicas para matar de hambre y exterminar a cientos de miles de personas estén en debate demuestra precisamente dónde se encuentra la sociedad israelí hoy en día».