“No vas a encontrar nada”, sentenció uno sentado en el piso de la terminal Tres Cruces. Cinco horas y varios pueblos más tarde, una veintena de somnolientos que no superan los 30 años desembarcan sin mucha gracia en la madrugada de Valizas. Aún es de noche. La mayoría se pierde en la oscuridad de las calles. Las preguntas cruzan la mente mientras el viento agita las hojas gruesas de una planta y las ranas intervienen a su vez. ¿Por qué se habría ido sola, sin amigos? ¿Por qué una adolescente argentina de 14 años llevaba 2.500 pesos en la mochila? ¿Por qué no los llevaba en el bolsillo? Las respuestas no vendrán a buscarte a la terminal, entonces los pasos, solos, se ponen en marcha.
El murmullo que se oye viene del centro. El rumor llega del mar y enmarca ese puñado de casas y ranchos que ...
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