La señora del hacha - Semanario Brecha

La señora del hacha

Ma. Tate Taylor, Estados Unidos, 2019.

Octavia Spencer en Ma / Foto: difusión, s/d de autor

La idea no está nada mal. La amenaza que se cierne sobre los personajes es una señora solitaria que, quizá para sentirse valorada o para recuperar una juventud perdida, comienza a rodearse de adolescentes ofreciéndoles lo que ellos más desean: un lugar donde poder hacer fiestas, fumar marihuana y beber alcohol hasta quedar inconscientes sin exponerse a reprimendas paternas ni a ser hostigados por la policía. Claro que cuando esta señora comienza a sentirse parte, pretendiendo ser la mejor amiga de todos (al punto de dejarles 50 mensajes de Whatsapp en una noche), el asunto comienza a tocar notas inquietantes. Y el espectador bien podrá rememorar personajes similares que le habrá tocado en suerte conocer.

A la actriz Octavia Spencer (The Help, Hidden Figures) es a quien le toca interpretar a Sue Ann, este personaje complejo y bipolar, y lo lleva adelante con dignidad pese a las desventajas de un libreto endeble. Quien sale mucho mejor parada es su joven antagonista, la notable Diana Silvers en el papel de la joven Maggie, cuyos ojos saltones y carismático porte seguramente estaremos viendo con mayor frecuencia en la gran pantalla. Pero quien realmente sobra, quien es prácticamente insalvable dentro del cuadro es la cuarentona Juliette Lewis; la actriz que hace unos veinte años sedujo por su autenticidad y exotismo hoy se aboca a un desborde de sobreactuación y muecas, y no logra convencer ni por una fracción de segundo como Erica, la agobiada madre soltera de Maggie.

Los problemas son demasiados y se agolpan muy pronto: el director Tate Taylor (quien había logrado la notable The Help, también con Octavia Spencer) parece demasiado apurado en contar la historia, imponiendo un montaje rápido que no deja respirar las tomas.1 Es probable, además, que desde el libreto se haya querido echar mano a la máxima de Hitchcock por la cual cuanto mejor el villano, mejor la película, y quizá por eso se le haya dado tanto espacio a Sue Ann, convirtiéndola en la verdadera protagonista. Sin embargo, con esta decisión se echa por tierra todo el suspenso y la sensación de horror que suele causar el temor a una amenaza desconocida o inesperada. Por si fuera poco, son muy poco creíbles los principales vínculos humanos presentados: no convencen ni las disputas entre madre e hija ni los escarceos amorosos entre Maggie con un compañero de clase, ya que rebosan de afectación y lugares comunes.

Todo termina por desbarrancarse sobre el final al proponerse un arco dramático demasiado precipitado que deriva en Sue Ann decidida a dar rienda suelta a su psicopatía asesinando y torturando a todo lo que se le cruza por el camino. La película cambia radicalmente su perfil de drama psicológico para convertirse en un splatter a lo Martes 13. No es justamente lo que se le hubiera ocurrido a Hitchcock.

1.   Ma. Tate Taylor, Estados Unidos, 2019.

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