En algún momento
del lunes 14 o el martes 15 de octubre, los estudiantes del secundario se
autoconvocaron por medio de las redes sociales para saltar torniquetes de forma
masiva en las líneas del tren metropolitano subterráneo de Santiago. Liceos del
centro y la periferia de la ciudad se reunían con la consigna “Evadir, no
pagar, otra forma de luchar”. La lucha de los secundarios ha sido una tónica
del sacudimiento social en las postrimerías, de nunca acabar, de la
posdictadura chilena: mochilazo en 2001, revolución pingüina en 2006 y, en
2011, el último estallido, una rebelión estudiantil que movió los sólidos
cimientos de los pactos neoliberales de la administración chilena.
Al final de la semana, el gobierno metropolitano dictó la
securitización del subterráneo: perros, antimotines, fus...
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