MADRID, 1961. Tiene 41 años y estampa de galán de películas en blanco y negro. Acaba de salir de la cárcel. De 23 inviernos de cárcel. Un amigo lo arrastra a un cabaret y él no sabe en cuál de todas esas mujeres detener la mirada. No la detiene. Deja que sus ojos se muevan como balines atraídos por decenas de imanes situados en todas partes, mientras las palmas de las manos se le llenan de sudor. Él, que había peleado en la 41 Brigada Mixta, sabe que lo que ocurre en ese lugar no está bien, pero se siente tan fascinado e incómodo que no puede moverse de su silla. Su incomodidad muta en terror cuando el amigo vuelve acompañado de una hermosa muchacha a la que le da un sobre con dinero. Le dice que es para que pasen juntos esa noche. Y los deja solos.
—Nunca estuve con una mujer –le confiesa...
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