El Flaco –como muchos lo nombraban– fue dirigente estudiantil, sindicalista, ingeniero, docente universitario y, ante todo, un hombre bueno. Fundador y militante del Frente Amplio, presidente de OSE, subsecretario de Industria y Energía, legislador, director de obras de la Intendencia de Montevideo y un largo etcétera que recorre una vida de infinitos aportes a instituciones, grupos y personas. Entre tantas de sus facetas, siempre cumplió con el propósito humano, político e intelectual de impulsar a los otros (los que quedan por fuera) en el camino de la autonomía y la dignidad.
Un entusiasta, un constructor, un agradecido de la vida. Increíblemente fiel a cada uno de los que nos cruzamos en su camino. Coherente, auténtico, solidario, persistente hacedor de unidad, de humanidad, con una delicada sensibilidad ante el sufrimiento de cada prójimo. Un corazón permeable a la belleza y a la profunda sabiduría de los más sencillos, que se dejaba tomar por su descubrimiento y, con valentía y enorme generosidad, transmutaba de cuerpo y alma en el perfecto instrumento de justicia, esperanza y transformación.
Imposible olvidar su apuesta por los clasificadores de residuos. En un tiempo donde eran vistos como un problema, él, junto al Padre Cacho, María Inés Cáceres, Carmen Gentini y tantos amigos clasificadores y clasificadoras, creaban caminos nuevos de reconocimiento e integración, con la mirada puesta en “ese gesto humano que busca reconciliarse con la naturaleza” –como decía el Padre Cacho–, tan necesario para vivir en una ciudad limpia y comprometida con el ambiente.
Nira, del barrio Las Retamas, recuerda la dimensión de este hombre que, cerca de las estructuras de poder, jamás perdió el norte ni su vocación de servicio:
–Martín para mí fue un impulso. Nos dio esas oportunidades que se le niegan a la clase social baja. Él confió en que yo podía. Me motivó a realizar una carrera de cinco años. Me mostró que en mí vivía la persona que soy ahora, que las estructuras sociales son trampas para el crecimiento personal. Se preguntarán si salí de pobre: pues no, económicamente. Pero me siento rica en sabiduría. Martín me apoyó para salir de la pobreza mental.
Martín reconocía al otro, porque el otro era parte de sí mismo, lo construía, lo conmovía, lo ponía en acción humana y política. Cuánto aprendemos de tu vida, querido Martín… Cuántos desafíos nos deja. Un inmenso legado que nos compromete a seguir construyendo puentes que acerquen, que tejan humanidad e igualdad.