“El hobbit. La desolación de Smaug”
Así es. Las pasiones auténticas, la afición y lealtad de mucha gente a cierto mundo, ciertos personajes y ciertas leyendas, son un buen disparador para operaciones comerciales. Y no hay que descartar que esas operaciones, por cautela, cálculo o milagrosas coincidencias, se apoyen en auténticas y evidentes afinidades de quienes tienen que llevarlas a cabo. Es decir, es factible sospechar que Peter Jackson y su equipo son “tolkienófilos” de buena ley, o no les habrían quedado, en general tan bien, las tres entregas de El señor de los anillos. Pero buscar las seguidillas, y si eso no es posible los antecedentes, es otra cosa. El asunto no es nuevo. Algunos podrían llamarlo “la nostalgia del origen”, y otros, “agotemos las posibilidades de lo que nos dio ta...
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