El término festival se está desvalorizando; hoy cualquier muestra que reúna más de cuatro o cinco películas allegadas a cierta temática ya suele pasar a (auto) definirse festival. Así, a lo largo del año tenemos festivales de todo tipo: de cine latino, francés, judío, de derechos humanos, de películas de música electrónica y un sinfín de etiquetas más. Pero en casi ninguno de ellos suele haber algo que se echa últimamente en falta y que no hace mucho tiempo definía lo que era un festival de cine: una curaduría rigurosa, una programación especializada que se dedique a filtrar y rescatar materiales de calidad que de otra manera no serían estrenados en el país. De hecho, los consumidores de “festivales” deberían llevar a cabo un test eficaz para evaluar su calidad, considerando si aquellas pe...
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