No aticen al león - Semanario Brecha
Pausa de ficción

No aticen al león

UNSPLASH, S. LEBLANC

Yo sé bien la historia porque estaba ahí. Ahora todo el mundo cuenta el chiste y usa la frase para se matar de risa, pero el Furia, el Mortadela, el Rengo y yo sabemo cómo fue. Nadies nos contó.

Nosotro istaba desde temprano en el bar del Chapita. Tomamo unas caña. Jugamo unos pool. Serían las nueve de la noche cuando decidimo ir para la casa del Mortadela, que quedaba en la bajada San Vicente. Íbamos por Bernabé Rivera y vimos la estampida de gente que venía rumbo al centro. Una mujer traía dos gurí de tiro, unos viejo disparaban como sin aire. Una gurisa, nos gritó: «Cuidado con el león», y señaló con la mano para el lado del campo de la estación. Por las vereda, por el medio de la calle, la gente venía apavorada… «U león, u león…»

Fui yo el primero que lo vio. Venía troteando por el medio de la calle, todo despeinado, como si arrecién se tivese despertado. Los foco de luz daban de lleno en su melena. Atrás del animal, corriendo, un hombre con un lazo y otro con un rebenque. Fue un segundo, los cuatro nos dimo vuelta y salimo peidando. Dejamo el surco.

La gente que estaba en el circo en la función de las ocho y que disparaba para Lecueder ya nos tenía sacado dos cuadra de ventaja. Claro que ahora todo el mundo se faz du loco y se saca cartel. Us meterete juan jopete, dicen que estaban ahí, se hacen los gracioso y largan las gaitada. Cuentan que era un león jubilado, que ni diente tenía, y yo pregunto: ¿un león viejo deja de ser león? La gente habla porque tiene boca.

En este pueblo pasa lo inacreditable. Viene un circo de no sé dónde y en el medio de la actuación, cuando los domador tiran unos lazazo en el bicho para que se suba en un taburete, el león se calienta, da un salto contra la puerta de la jaula y se escapa para pasear por la ciudad. Parece de película.

Yo me acuerdo de uno de los día que andaba el camión del circo haciendo propaganda, tirando invitación. Atrás tenía una jaula con dos monito que parecían de peluche. Iban jugando con unas ramita, ¡la cosa más querida! En el parlante decían que el que se animara a pelear con un mono y aguantara más de un minuto ganaba mil peso. Se armó baita fila de gente para dar unos toco en los bicho porque acá todos andemo galgueando de hambre.

El Furia fue y me contó que se presentó el hijo de la Elena, ese que es medio abollado y siempre se anda haciendo ver. Él creía que los macaquito eran los de la jaula del camión de propaganda, por eso cuando entró en la arena, se haciendo el Rocky Balboa, y el cuidador le preguntó si no quería sacarse la campera para que no lo zamarrearan el Rocky dijo que no, que era un par de caco y desarmaba eses mono. Cuando abrieron la cortina salió un gorila con cara de asesino, como de película de terror, atado con una cadena. El corajudo empezó a disparar en la vuelta. El gorila lo agarró de la campera, le dio dos o tres sacudida y le arrancó una manga. Si los cuidador no se meten, lo tenía matado al hijo de la Elena. Toda la gente se descostillaba de risa. Pero yo iba a contar lo del león…

El Furia, que era el más ligero, iba adelante. Después yo. Atrás el Mortadela, y por último venía el Rengo. No sabíamos qué hacer. Salimo buscando un lugar onde salvarnos. De repente, el Furia se dio vuelta y vio que el Rengo estaba quedando para atrás y nos gritó: «El Rengo, el Rengo», avisándonos que lo esperáramos. Pero el Rengo no entendió. Tal vez los nervio, la desesperación, hizo que él acreditara que el Furia gritaba para el león, como diciendo: «No nos comas a nosotros, comé al Rengo que está más cerca».

Fue un segundo. Ahí nació la frase que todos repiten. El Rengo, con la pata de arrastro, nos gritó: «No aticen… no aticen al león… dejen que él elija».

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