Edward Norton, el director, guionista y protagonista de esta película,1 interpreta a un antihéroe o, más bien, a un “héroe problemático”, un personaje con síndrome de Tourette, es decir, que en la vida cotidiana sufre constantemente tics, putea y dice cosas inconvenientes sin voluntad de hacerlo, con las dificultades que esto puede acarrearle en su labor como investigador privado. Al comienzo de la película, su estimado jefe (Bruce Willis) es asesinado en medio de un caso enigmático. Vaya uno a saber por qué, en el lecho de muerte, en vez de dejársela fácil a su discípulo, le dice y le repite una palabra en clave, imprescindible para que se entretenga devanándose los sesos durante media película. Por quién, por qué y para qué fue asesinado son incógnitas que quedan planteadas desde el mismo comienzo.
La estética es bella y calma, con claroscuros típicos, un aire melancólico y buena música de jazz, acompañada además de una hermosa composición del hoy casi omnipresente Thom Yorke. Se respira cierto aire de camaradería entre varios personajes y se muestran situaciones coloquiales muy bien logradas en las que subyace una sensación de respeto y amistad entre individuos que, aun cuando tienen que hacerse daño, no desearían hacerlo. El libreto es inteligente y la seriedad imperante se alivia con los exabruptos incontenibles y humorísticos del mismo personaje en situaciones, de a ratos, hilarantes. De lo que sí parece pecar la película es de extender demasiado algunas escenas. El intrincado guion quizá hubiera merecido un mayor pulido para agilizar el ritmo y disminuir el extenso metraje (casi dos horas y media).
Pero el libreto es inteligente (está basado en la novela homónima de Jonathan Lethem) y, como varios de los mejores noirs, pone sobre la mesa una problemática social y política compleja. Robert Moses, conocido mediáticamente como el “constructor maestro”, fue un político que tomó decisiones claves para la urbanización de Nueva York a lo largo del siglo XX. En su labor, barrió con zonas marginales enteras (en las que vivían principalmente negros y extranjeros) para construir los grandes puentes, las autopistas y los rascacielos que son hoy toda una señal de identidad de la ciudad. En alguna de sus biografías se señala que construyó adrede puentes y autopistas bajas para que los ómnibus no pudieran pasar y desestimular así que los pobres, en particular los negros, accedieran a los parques estatales de Long Island. También se opuso, en cierto momento, a que los veteranos de guerra negros se mudaran a los complejos de desarrollo residencial en Manhattan. Su misión parecía ser modernizar la ciudad, pero para disfrute exclusivo de la gente rica y blanca. Aquí el antagonista, interpretado por Alec Baldwin, está inspirado en este peculiar personaje.
Huérfanos de Brooklyn es un filme bien logrado, personal e ingenioso. Alguna escena edulcorada y estereotipos algo remarcados le quitan vuelo, pero no por ello deja de ser una opción de entretenimiento sólida y sumamente disfrutable.
1. Motherless Brooklyn. Edward Norton, Estados Unidos, 2019.