El tiempo de la tristeza y la decepción, que comenzó a gestarse inmediatamente después del alocado gol de Griezmann, ya se está extinguiendo. La bronca y la angustia, ilustradas a la perfección con el comentado llanto de Giménez, van dejando su lugar al análisis y al balance, que resultan inevitables cuando algo llega a su fin. Uruguay mostró una vez más una enorme capacidad competitiva, reforzando su continuidad en la elite, así como cosechando admiración y simpatía en el mundo entero.
El trabajo y la planificación no aseguran absolutamente ningún resultado, pero son la única vía que brinda posibilidades de conseguirlo. En Rusia 2018 volvió a quedar claro cuál es el método a seguir, e incluso a profundizar y perfeccionar, más allá de quién lidere el camino en el futuro.
Antes del Mundial ...
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