El mundo está viendo cómo en la Franja de Gaza se desata una hambruna que puede matar a muchas más personas que las 25 mil que ya han perecido en ese lugar por el despiadado blitzkrieg israelí. El mes pasado, la Clasificación Integrada de las Fases de Seguridad Alimentaria (CIF), que se basa en datos de agencias de la ONU y de ONG, estimó que más del 90 por ciento de la población de Gaza enfrentaba altos niveles de inseguridad alimentaria aguda, categorizados como Fase 3 o situación de crisis. De ese 90 por ciento, más del 40 se encontraba en estado de emergencia (Fase 4), y más del 15 por ciento, en situación de catástrofe, la quinta y última fase de la escala. Se prevé que la hambruna se expanda con velocidad en las semanas que vienen. A principios de febrero, si nada cambia, el CIF proyecta que toda la población de Gaza estará en la fase de crisis, la mitad en la fase de emergencia y más de medio millón de personas en la fase de catástrofe, con hogares con falta extrema de alimentos, hambruna y agotamiento.
Es bueno repetir que estas proyecciones no son del Ministerio de Salud palestino en Gaza, cuya labor suele ser despreciada por los medios occidentales con el agregado de «controlado por Hamás». Hace un mes, la CIF advirtió que Gaza tendría la mayor proporción de personas del mundo con inseguridad alimentaria aguda, y esa predicción se cumplió al pie de la letra.
A menos que los partidarios occidentales de Israel consideren que el Programa Mundial de Alimentos, Unicef y la Organización Mundial de la Salud están «controlados por Hamás», se verán cada vez más obligados a prestarles atención a esos organismos cuando dicen que los camiones con ayuda humanitaria a los que se permite entrar a Gaza son apenas una fracción de los necesarios para evitar una hambruna generalizada. Por supuesto, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania están haciendo mucho más que sentarse a mirar cómo se desarrolla una catástrofe humanitaria en Gaza. En los hechos, contribuyen activamente con ella al alimentar la maquinaria militar israelí con los medios para continuar esta guerra indefinidamente. El Yedioth Ahronoth, un periódico israelí con buenas fuentes en el gobierno, informó que, desde el 7 de octubre, Estados Unidos ha enviado a Israel 230 aviones de carga y 20 barcos llenos de proyectiles de artillería, vehículos blindados y equipo de combate.
«PERO ¿QUÉ SE PUEDE HACER?»
Este nivel de suministro de armas choca con la retórica de Estados Unidos, una materia en la que, dicho sea de paso, Washington es muy bueno. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, debería recibir un Oscar por su reciente actuación en el Foro Económico Mundial de Davos. Cuando el columnista del New York Times Thomas Friedman le preguntó si las vidas musulmanas y cristianas valían menos que las vidas judías, Blinken respondió, con la voz quebrada por la emoción: «No. Punto. Para mí… creo que para muchos de nosotros, lo que vemos todos los días en Gaza es desgarrador. Y el sufrimiento de hombres, mujeres y niños inocentes que estamos viendo me rompe el corazón. La pregunta es: ¿qué se puede hacer?». Friedman podría haber repreguntado, aunque no lo hizo: ¿Qué tal pedir un alto el fuego inmediato? ¿Qué tal detener el suministro de proyectiles y bombas estadounidenses a Israel? ¿Qué tal respaldar la acusación sudafricana de que estamos frente a un genocidio o, al menos, frente a crímenes de guerra?
Muchos vuelos que transportan armas y equipos estadounidenses han pasado por la base británica de Akrotiri, en Chipre, según informó el sitio de investigación británico Declassified, tras un informe del diario israelí Haaretz en el que se consignaba que más de 40 aviones de transporte estadounidenses y 20 británicos, junto con siete helicópteros de carga pesada, han sobrevolado Akrotiri, que está a 40 minutos de Tel Aviv por aire. Según se informa, Alemania está considerando la entrega de 10 mil cartuchos de munición de precisión de 120 milímetros a Israel, un pedido que en principio Alemania ya ha aceptado.
En términos de decir una cosa y hacer otra, Turquía no va a la zaga al no detener su floreciente comercio con Israel. No basta con decir que incluso cuando ocurrió el incidente del Mavi Marmara –cuando comandos israelíes atacaron una flotilla turca en alta mar– el comercio continuó. Tampoco alcanza con decir que la ira discursiva del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan está dirigida contra el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu personalmente y no contra Israel en su conjunto. Lo cierto es que el líder de la oposición, Benny Gantz, miembro del gabinete de guerra israelí, tiene tanta culpa por la matanza en Gaza como Netanyahu.
Al igual que el ataque de Rusia a Ucrania, el bombardeo de Gaza por Israel ha sido tan intenso que ese país está constantemente al borde de quedarse sin municiones. Israel ha lanzado casi 30 mil bombas y proyectiles sobre Gaza en 100 días, ocho veces más de lo que Estados Unidos lanzó sobre Irak en seis años de guerra. Así las cosas, impedir que Israel se salga con la suya en el asesinato en masa de hombres, mujeres y niños inocentes ya no es una cuestión de izquierda o derecha en la política occidental. Según la única medida que cuenta para los palestinos, el presidente estadounidense Joe Biden es un miembro plenamente comprometido del partido de la guerra, como muchos de sus predecesores y contemporáneos tanto en Estados Unidos como en Reino Unido.
EGIPTO, EN ASIENTO DE PRIMERA FILA
Pero ninguno de estos países tiene fronteras con Israel. Una nación que tiene un asiento de primera fila ante la hambruna que se desarrolla a pocos centímetros de su frontera es Egipto. Su responsabilidad por el actual asedio a Gaza, que es mucho más brutal que el de los últimos 16 años, es directa. Los reporteros que la semana pasada organizaron una manifestación improvisada frente a la sede del Sindicato de Periodistas en El Cairo tenían razón cuando decían: «Egipto es un socio en el asedio». «Los sionistas nos controlan… Mientras la sangre árabe sea tan barata, abajo, abajo con cualquier presidente. Los nietos de Mandela se atreven. Y nosotros nos quedamos en la cobardía, la vergüenza y la humillación. Que se abra el cruce [de Rafah]», corearon los periodistas.
El mismo mensaje se ve en un video de unos niños de Gaza que se burlan de las tropas egipcias estacionadas cerca, en la valla fronteriza: «Dicen que Egipto es la madre del mundo. ¿Alguna vez has visto a una madre dejar solos a sus hijos? […] Todos nos han dejado. Dios nos basta».
Mientras tanto, las autoridades egipcias dan cifras contradictorias. Khaled Abdel Ghaffar, ministro de Salud, dijo a finales del mes pasado que Egipto había atendido a 20 mil palestinos en dos docenas de sus hospitales. Apenas dos semanas después, Diaa Rashwan, jefe del Servicio de Información del Estado, dijo que Egipto llevaba atendidos 1.210 palestinos. Más de 60 mil palestinos en Gaza han resultado heridos por los ataques israelíes y algunos están muriendo en ambulancias mientras esperan salir de la Franja. A veces el permiso para salir llega después de que el paciente ha muerto.
Israel no tiene reparos en criticar a sus aliados regionales. Al defenderse, la semana pasada, de la acusación de genocidio ante el tribunal mundial de La Haya, el equipo de defensa de Israel acusó a El Cairo de ser responsable de impedir la entrada de ayuda humanitaria a Gaza. Esto avergonzó a Egipto, y Rashwan emitió un comunicado en el que decía que Rafah estaba bajo control israelí. Dijo, con sinceridad, que altas autoridades israelíes habían confirmado muchas veces desde el comienzo de la guerra «que no permitirán la entrada de ayuda a la Franja de Gaza, en particular combustible, porque eso es parte de la guerra que su Estado está librando contra la Franja de Gaza». La posición oficial de Egipto es que solo puede controlar su propio lado de la frontera. A decir verdad, la cooperación egipcia con Israel es mucho más profunda que eso.
EGIPTO, GAZA E ISRAEL: HISTORIA ACCIDENTADA
A lo largo de la historia, la relación de Egipto con la Franja de Gaza y la causa palestina ha sido compleja. En un momento en que el país más poblado del mundo árabe todavía tenía un gran peso geopolítico, el apoyo del presidente Gamal Abdel Nasser a la revolución en Argelia fue un factor clave para su éxito. El presidente Hosni Mubarak, en cambio, desempeñó un papel complicado en Gaza. Ayudó a construir el bloqueo a la Franja después de la victoria de Hamás en las elecciones de 2006 y aceptó que nada ingresara a Gaza sin el permiso previo de Israel. Al mismo tiempo, sin embargo, el comercio continuó a través de túneles. En la superficie, el Egipto de Mubarak intensificó la presión sobre Gaza; bajo tierra, los túneles se convirtieron en válvulas de escape.
Cuando la presión se hizo excesiva y estallaron los combates, como ocurrió en 2008, Tzipi Livni, entonces ministra de Asuntos Exteriores de Israel, se puso al lado de su homólogo egipcio, Ahmed Aboul Gheit, hoy secretario general de la Liga Árabe, para decir que Israel atacaría Gaza. El apoyo de Egipto a esa guerra fue uno de los factores detrás de la revolución que derrocaría a Mubarak tres años después. Sin embargo, después de la guerra, el gobierno de Mubarak acomodó el cuerpo otra vez, diciendo que los túneles eran consecuencia del bloqueo, y rechazó un embargo de armas a Gaza.
Gaza disfrutó de sus mejores tiempos bajo Mohamed Morsi, el presidente egipcio afiliado a los Hermanos Musulmanes que mantuvo abierta la frontera en Rafah y detuvo una nueva guerra. Su derrocamiento y el ascenso al poder de su ministro de Defensa, Abdelfatah el Sisi, trajeron los tiempos más oscuros para la Franja. Sisi hizo todo lo que estuvo a su alcance para endurecer el bloqueo, inundando los túneles, además de desplazar por la fuerza a la población egipcia de Rafah para crear una zona de amortiguamiento en la frontera con Gaza. Bajo Sisi, la importancia de los cruces fronterizos israelíes creció como puerta de entrada principal para mantener a Gaza en cuidados intensivos con acceso mínimo a alimentos, agua y diésel.
Hay dos factores que gobiernan esta historia tan accidentada. El primero es el declive geopolítico de Egipto bajo Sisi. Egipto ya no es relevante para sus vecinos más grandes. En la guerra civil en su vecino del sur, Sudán, es un pequeño Estado del Golfo, los Emiratos Árabes Unidos, el que desempeña un papel mucho más importante. Egipto también es irrelevante para el destino de Libia. El segundo factor es el miedo visceral de Sisi a los Hermanos Musulmanes y su inherente y duradero reclamo de legitimidad como fuerza popular en Egipto, un miedo que está íntimamente relacionado con la brutal represión de la Primavera Árabe.
Si Sisi pretende cumplir su palabra de no permitir que Israel limpie étnicamente Gaza, tiene el deber de ayudar a los palestinos de esa tierra a sobrevivir allí. Tiene que asegurar las necesidades básicas de Gaza en materia de alimentos, agua y medicinas, ya sea a través del cruce terrestre o por mar. Incluso puede invitar a otros países de la Organización para la Cooperación Islámica a unirse a un lanzamiento aéreo de ayuda humanitaria como el que hicieron los Aliados para romper el bloqueo de Berlín en 1948. Un puente aéreo de este tipo desafiaría la hipocresía de Occidente y las lágrimas de cocodrilo que llora ante la hambruna en Gaza.
Por supuesto, esto no sucederá porque a una dictadura como la de Sisi solo le importa una cosa: su propia supervivencia. El vínculo entre la lucha por los derechos palestinos y la batalla interna por la democracia en Egipto es inquebrantable, y Sisi lo sabe muy bien. Una inspira a la otra, por lo que, más allá de un puñado de manifestaciones cuidadosamente organizadas por el régimen, el Estado egipcio ha reprimido cualquier otra muestra pública de solidaridad con los palestinos.
Por supuesto, Egipto desempeña un papel diplomático en tratar de poner fin a la guerra, pero su última propuesta de tres etapas anunciada en diciembre estaba enfocada en la liberación de los rehenes. Hay que reconocer, sin embargo, que Egipto ha impedido que Israel fuerce una expulsión masiva al Sinaí de los palestinos de Gaza. Pero ambos Estados tienen mucho en común: al igual que Israel, Sisi quiere una Gaza desmilitarizada y la desaparición de Hamás.
Al ver lo que Egipto realmente está haciendo sobre el terreno para mantener el cuello de botella en el ingreso de ayuda humanitaria por el cruce de Rafah, versus lo que su gobierno proclama que hace o está dispuesto a hacer, puede decirse que Sisi le está haciendo una dura competencia a Blinken en sus afanes actorales.
PALESTINA COMO CAUSA GLOBAL
Pero está sucediendo algo más que es tanto o más importante: Palestina está siendo defendida oficialmente por el Sur Global. Sudáfrica ha tomado la iniciativa al presentar el caso por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Palestina, al mismo tiempo, está resurgiendo como causa global, tal como fue el caso de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. La composición del equipo de abogados de Sudáfrica lo dice todo: multiétnico, hombres, mujeres, irlandeses, británicos y sudafricanos. Oficialmente no había ningún palestino con ellos en el grupo.
Y, sin embargo, un día después de terminar la audiencia, hubo manifestaciones masivas en 45 países, pero no en Egipto, Arabia Saudita, ni siquiera en Argelia. Los déspotas de Egipto y del Golfo, sin embargo, no deberían sacar ningún consuelo de esto. En una encuesta reciente del Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos, que entrevistó a 8 mil árabes en 16 países, el 92 por ciento de los encuestados dijo que la causa palestina era un tema de preocupación para todos los árabes. Casi el 90 por ciento de los encuestados expresó que consideraban el ataque del 7 de octubre, perpetrado por Hamas, que está proscrito como organización terrorista en Reino Unido y otros países, como una «operación de resistencia legítima» o una «operación de resistencia algo defectuosa pero legítima». Ochenta y nueve por ciento de los encuestados rechazaron reconocer a Israel, la cifra más alta en la historia de las encuestas del centro. Solo el 13 por ciento de los árabes encuestados dijeron que creían que la paz con Israel sigue siendo posible.
La ira está hirviendo en los corazones de sauditas, egipcios, jordanos e iraquíes, y finalmente saldrá a la superficie y explotará. Faruk I, el penúltimo rey de Egipto, que abdicó y nombró como sucesor a su hijo Fuad, cuyo gobierno continuó durante unos meses antes de que se aboliera la monarquía, pagó el precio por apoyar la Nakba, en 1948. Fue una de las razones por las que los egipcios permitieron al Ejército tomar el poder mediante un golpe de Estado algunos años después. Hoy, el grado de ira es exponencialmente mayor. Los déspotas deberían tener cuidado con lo que desean. Su profunda renuencia a enfrentarse a Israel podría estallarles en la cara.
(Publicado originalmente en Middle East Eye. Traducción y titulación de Brecha.)