Era el año 2010, en mi televisor de tubo apareció el logo de Universal con estilo 8 bit y una voz en off que acompañaba una tipografía de novela gráfica anunció que, en la misteriosa tierra de Toronto, Scott estaba saliendo con una chica de la secundaria. Cuando terminé de ver la película recuerdo haber pensado, contrariada, por qué no la había visto con el volumen más fuerte. Y entonces, inmediatamente, volví a darle play. Ante mis ojos había pasado una forma visual y narrativa que, sin dudas, marcó mi adolescencia y la de muchos de mis amigos.
Ambientada en Toronto, Canadá, Scott Pilgrim… es, a grandes rasgos, una comedia romántica que cuenta la historia de amor entre Scott y Ramona Flowers –la chica de sus sueños– y cómo este debe vencer a sus siete exnovios malvados para, finalmente, poder estar con ella en paz. Además, Scott debe lidiar con Knives, su propia exnovia que aún va a la secundaria, mientras intenta, con su banda indie, los Sex Bob-omb, ganar un concurso para poder grabar su disco.
Scott Pilgrim también es una novela gráfica de seis tomos en blanco y negro, creada y dibujada por el autor canadiense Bryan Lee O’Malley. El primero de la saga salió en 2004 y, ya vendidos sus derechos de adaptación cinematográfica, O’Malley terminó de escribirla y dibujarla en 2008. Dado que los procesos de creación del cómic y del filme fueron muy cercanos, el cómic tiene un final diferente al de la película.
Edgar Wright ya había demostrado, con Shaun of the dead y Hot fuzz, una fuerte marca autoral reforzada por su sentido del humor ácido en los diálogos, bandas sonoras potentes, montajes vertiginosos, referencias pop, chistes visuales y personajes únicos. No podía ser menos en Scott Pilgrim vs. the World. Además, la colaboración constante que llevó adelante con Bryan Lee O’Malley permitió a ambos lograr una obra integral, una enciclopedia pop que no envejece y trasciende generaciones.
LIBRES EN SERIO
Scott Pilgrim… está interpretada por un joven y brillante Michael Cera, que venía en ascenso después de participar en otras dos películas fundamentales para el nuevo cine de comedia de los dos mil, Superbad y Juno. Su personalidad tímida, retraída y tierna lo ubicó en el extremo contrario de lo que habían sido los galanes de secundaria hasta ese momento. Pero el personaje de Ramona Flowers (Mary Elizabeth Winstead) también es un secreto en el éxito de esta historia. Su peso narrativo va más allá de ser el objeto-objetivo de Scott: logró que muchas chicas se sintieran identificadas en una época en la cual teñirse el pelo de colores era de freak, casi tanto como gustar de chicos indies con bandas, porque, como dice mi amiga Jime: «Siempre una se termina enamorando del bajista del grupo». Ramona mostró en pantalla lo que muchas veníamos esperando ver: una chica con un estilo particular que sabe de música, se maneja sola, tiene actitud, se enamora y puede enamorar. Y también toma mucho té de diversos sabores. Es una mujer libre: no tiene problema en (de)mostrar su sexualidad y hablar en público de sus amores pasados, pues fueron ellos quienes la acompañaron en la conformación de su personalidad. Porque, para ella, cada relación es un proceso de aprendizaje. Amores pasajeros, únicos, intensos y especiales como los de Ramona preceden a Scott, quien para vencer a esos ex tiene que encontrarse con sus propias debilidades, porque solamente siendo él mismo puede encontrar la manera de compartir su amor con los demás.
La exploración de la sexualidad es una constante en los personajes: Wallace (Kieran Culkin), el compañero de departamento de Scott, siempre está rodeado de novios y amantes. También convence al novio de Julie (Anna Kendrick), la hermana de Scott, de estar con él y convertirse en su pareja. Las diferentes formas de relacionarse y la diversidad étnica y racial se presentan con mucho humor y naturalidad, algo que sucede demasiado poco hasta el día de hoy. «This is my cool, gay roomate, Wallace Wells» (este es mi compañero de cuarto cool y gay, Wallace Welles) y otras frases estrella nunca resultan descolgadas en un guion en el cual lo progresista no parece metido con fórceps.
UNA BIBLIA POP
Scott Pilgrim vs. the world se desborda de referencias pop. Es algo que resulta notorio desde el logo de Universal que abre la película, y se refuerza en esa gran escena cercana al inicio en la que Knives Chau (Ellen Wong), la joven novia de Scott, conoce a sus compañeros de banda y le pregunta a uno de ellos, llamado Neil, refiriéndose a su instrumento: «What do yo play?», a lo que Neil responde: «I play Zelda, Tetris, it’s kind of a big question» (en inglés, Tocar y jugar se dicen con el mismo verbo, play, por eso, aunque Knives le pregunta qué instrumento toca, Neil le contesta que juega al Zelda, al Tetris… y que es una pregunta amplia, difícil de contestar).
Así, la película nos inicia en un viaje musical y, sobre todo, gamer: los exnovios explotan como monedas del Mario Bros., Ramona tiene un martillo, Scott una espada y un premio animado para su amor propio, los malos se vencen por K. O. como en el Street Fighter y hasta presenciamos una maravillosa batalla de bajos. Scott Pilgrim vs. the World funciona en muchos niveles: es una aventura gráfica, un videojuego, una historia de amor.
Hace una década, cuando se estrenó, se transformó en una película de culto, porque le hablaba a cierta audiencia que estaba esperando que alguien mostrara los chistes propios de su cotidianidad que nunca habían sido plasmados en una pantalla. La amaron los outsiders, misfits, freaks, gamers, indies, darks, punks, fanáticos de Beck, amantes del cine, las novelas gráficas, los pelos locos, el amor ideal y las conexiones metafísicas. No tardó en convertirse en una película fundamental y, entre muchos, un código: «¿Viste Scott Pilgrim? ¿Te gustó?». Y cuando la respuesta era sí, la sensación era la de haber encontrado a alguien que le gustaban las mismas cosas que a vos: ya no era necesario aclarar mucho más. Miles de adolescentes se hicieron cosplays de Scott Pilgrim, y Ramona Flowers sería llamada la Amélie de una generación por todas las chicas que imitaban su estilo.
La historia, con todos sus guiños y referencias, funciona como una enciclopedia gigante del arte, los cómics, la música y el cine, en la que el amor por otras personas implica, necesariamente, amar también todo ese universo para compartir. Hoy Scott Pilgrim… es, para muchos, todavía un espacio donde sentirse seguros y cómodos, donde liberarse de los prejuicios y llenarse de alegría. Y también es cierto que, después del visionado número 20, se le pueden seguir encontrando detalles. En la edición en DVD pueden encontrarse extras en los que se ve a Edgar Wright y a Bryan Lee O’Malley trabajando en el storyboard con amor y delicadeza, buscando la mejor forma para narrar y expresar cada cuadro. Dan ganas de estudiar cine o de seguir haciéndolo hasta el fin de los tiempos.
Scott Pilgrim vs. the World cumplió diez años y las celebraciones fueron muchas: lectura de guion con los actores y las actrices, fotos archivadas que volvieron a ver la luz, recuerdos emotivos de los protagonistas, declaraciones off the record acerca de las escenas. Es todo un festín que sigue sonando fuerte en las pantallas del mundo. Un último consejo para quienes se sienten a descubrir la película por primera vez: Play it loud!