Poesía política de la imagen - Semanario Brecha

Poesía política de la imagen

El cine de Ernesto Baca en el CDF

Ciclo Cine en la Azotea, en 16 milímetros, del Centro de Fotografía / Foto: difusión, Cdf

¿Hay un plan más lindo que ver cine al aire libre? No, y qué bueno que haya propuestas de este tipo, en enero, en el corazón de Montevideo. El Centro de Fotografía programó para el verano el ciclo Cine en la Azotea, que consiste en la proyección de películas nacionales e internacionales pertenecientes a formatos no tradicionales y que tienen algún tipo de énfasis en la disciplina fotográfica. Desafiando los conceptos industriales vinculados a la duración y a los modos estandarizados de producción, creadores visuales de todo el mundo siguen apostando a una concepción política de lo experimental, que se despliega en torno a la conservación de métodos de trabajo más o menos antiguos, diversos e independientes, alejados de cualquier idea de purismo narrativo. Algunos de esos pequeños pedazos de tiempo y espacio que se ordenan, rupturistas, en función de múltiples deseos autorales, serán proyectados para quienes decidan ser la privilegiada concurrencia.

Este próximo martes 7 de enero cruzará el Río de la Plata y subirá a la azotea, con la intención de presentar y compartir una interesante serie de cortometrajes, Ernesto Baca, una de las figuras más importantes del cine de vanguardia en la Argentina contemporánea. Sus materiales dialogan de forma directa con las generaciones del sesenta y del setenta en el país vecino, que incluyen nombres tan eclécticos y brillantes como los de Claudio Caldini, Horacio Vallereggio o Narcisa Hirsch. Ernesto ha sido un verdadero laburante del cine, consecuente con la pasión de lograr lo que parece imposible: seguir produciendo en fílmico, ¡y hacer largometrajes! Con cuatro filmes de larga duración en su haber, que han recorrido los festivales del mundo, el argentino ha logrado sostener una carrera sólida dentro de esa extraña bolsa inclasificable que damos en llamar “cine experimental”, uno de los rubros más difíciles del mercado audiovisual. Pero además del valor conceptual y material de filmar en súper 8 o en 16 mm, sus materiales suelen dar cuenta de un gran sentido del humor, de opiniones ácidas y críticas sobre la realidad y de una valentía dispuesta a la exposición de las obsesiones propias en el entendido de que pueden dar lugar a una ampliación del horizonte de experiencias de los espectadores. Es un verdadero placer asistir a la libertad de su montaje, a sus sorpresas artesanales, a la celebración primaria de los rollos de película como posibilitadores, siempre anárquicos, de una interpretación física de la realidad. Su forma de filmar se aleja, voluntariamente, del realismo, entendiendo que la verdad de las imágenes puede alojarse en otro lado, lejos de ese supuesto “perfeccionismo” digital que no hace más que homogeneizar la multiplicidad de miradas, corporalidades y afecciones lumínicas que otros métodos cinemáticos fueron capaces de registrar. Ir a ver este cine es modificar la percepción, reencontrarse con la esencialidad del movimiento: vivenciar, por un rato, nuevas maneras de romper (y crear) el tiempo.

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