Concha Buika en Montevideo
Pisó el escenario luciendo su anchísima sonrisa, de cara a un público que la ovacionó cuando aún no había soltado una sola nota, mientras su notable trío de acompañamiento ya hacía un par de minutos que venía hilando una delicada trama de guitarra, bajo y percusión. Concha Buika se agachó sobre un taburete donde había un vaso, bebió un sorbo, y de inmediato se borró su sonrisa y entró en un trance del que ya no saldría.Se movía con parsimonia, agitando los brazos, bailando como le venía en gana, amagando comenzar a cantar para luego girar, agacharse y beber otro trago. Hasta que finalmente se acercó al micrófono y soltó su voz increíble, mezcla de seda y metal, ronca como una tormenta, y dueña de todos los matices imaginables, desde el grito animal hasta el pian...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate