Que una pieza de teatro para niños se ambiente en una Montevideo fantástica y en un clima inspirado en los años del furor del tango y la tan mencionada caravana de inmigrantes que definió nuestra identidad es, al menos, llamativo. Y es un hecho al que está bueno darle la bienvenida, por la multiplicación de sentidos que propone al público pequeño, al que no subestima en ninguna instancia. La nueva creación del grupo Granja de Piratas, integrado por el actor y director Rodrigo Spagnuolo, la talentosa Mariana Escobar y Nico Varela, propone una pieza musical intimista, con gran composición plástica, que remite a la época de oro de los radioteatros a comienzos del Novecientos. El resultado es recomendable tanto para niños como para adultos.
La estrella del programa radial es Calandria (Escobar), que, junto con su compañero de aventuras (Varela), narra las historias más increíbles sobre viajes y experiencias citadinas. La presencia de la radio, cuyo conductor es Vincenzo (Spagnuolo), marca un regreso al fomento de la imaginación y la creación de mundos fantásticos. Una escenografía muy cuidada en detalles estéticos integra el estudio radial con el carromato de los artistas itinerantes, de donde surgen elementos e instrumentos que colaboran con el universo musical que acompaña a los personajes. Se deslizan en la puesta en escena los intereses creativos del grupo Granja de Piratas, que se define como un colectivo artístico que apuesta a proyectos integrales con potencial multiplataforma. En este caso confluyen elementos del teatro, la música, el audiovisual y las artes plásticas.
Para apoyarse en la anécdota, y como herramienta que dialoga con lo que sucede en la escena, una gran pantalla de fondo proyecta imágenes de Montevideo creadas por el pincel de la artista plástica Virginia Patrone. Su mirada sobre la ciudad aporta el universo portuario y despliega un conjunto de imágenes emblemáticas y reconocibles (aparecen, por ejemplo, el Palacio Salvo y la rambla portuaria). Esa ambientación que acompaña a los personajes y apoya sus historias no es un simple telón de fondo, sino un elemento narrativo más, una poética visual que enriquece el lenguaje escénico. Sus pinturas también son parte del programa de mano que se convierte en una pieza de colección (recordemos que Patrone fue galardonada en 1997 por la elaboración de un mural para la obra Juego de damas crueles). En la pantalla también se generan diálogos y se amplía la escena con el fuera de escena, en el que participa el dueño de la radio con sus exigencias.
La puesta en escena trabaja con varios niveles narrativos, propone diversas lecturas y escapa a una interpretación lineal. Mientras que el programa Magia Calandria sueña con las grandes historias fantásticas y la potencialidad expresiva de la radio, los intereses económicos de la empresa van por otros caminos. Del hilo narrativo se despliega una reflexión sobre los alcances de la ética mediática, una reconstrucción de época con incorporación de elementos históricos y una mirada sobre la propia Montevideo y su idiosincracia. Se destaca la actuación de todo el elenco, sobre todo, la dupla que componen Escobar y Varela, que interpretan pequeños números musicales con varios instrumentos dignos de las estrellas tangueras de antaño.