Las líneas trazadas en las cintas de papel que desplegaba la directora del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias no dejaban duda. Las cosas que suceden sobre la corteza terrestre, por potentes que sean, hacen que el sismógrafo dibuje una línea zigzagueante con subidas y bajadas bastante regulares, que no se apartan demasiado del eje horizontal. Lo que pasó el jueves 24 de noviembre a las once y media de la noche, cerca de Toledo, Canelones, fue otra cosa: la raya cruzaba violentamente el eje, casi perpendicular, hacia abajo, bien abajo, o hacia arriba, bien arriba.
No fue un bólido ni un avión. Tampoco se trató del famoso temblor de las raíces de los árboles. Fue más abajo, un “episodio sísmico”, dijo la doctora en Geología Leda Sánchez, “2,98 en la escala Richter, qu...
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