Unos van, otros vienen - Semanario Brecha

Unos van, otros vienen

Políticas culturales, nuevo gobierno y pandemia.

Manifestación del Colectivo de Artistas y Trabajadores de la Cultura en la plaza Independencia el pasado 9 de junio / Foto: María Victoria Parada

Mientras se promueven medidas paliativas para el sector cultural, radicalmente afectado por la emergencia sanitaria, la Dirección Nacional de Cultura comienza a perfilar su proyecto para el quinquenio.

CUIDADOS PALIATIVOS. Primero se trató de pensar en la ciudadanía confinada en su hogar. Para ello, la nuevísima administración de la Dirección Nacional de Cultura (Dnc), comandada por Mariana Wainstein, diseñó y puso en funcionamiento –en tiempo récord– el portal culturaencasa.uy, que pone a disposición de la población con acceso a Internet un rico conjunto de producciones nacionales, para todas las edades y todos los gustos. Con el mismo espíritu, mediante gestiones con la Dirección de Cine y Audiovisual Nacional, Antel y la Asociación de Productores y Realizadores de Cine del Uruguay, se habilitó un catálogo gratuito de cine uruguayo en Vera TV, con la destacada celebración de los espectadores. Atendidos los contenidos para la ciudadanía, el foco pasó a ser la crisis y el desamparo de los trabajadores de la cultura, casi siempre informales o precarios, inhabilitados por las disposiciones sanitarias para ejercer su profesión.

Ante la urgencia del sector, la Dnc actuó con celeridad para, a través de su sistema de información cultural, recabar información sobre el impacto de las medidas sanitarias en la cultura y sus trabajadores mediante un relevamiento sobre marzo y abril –aún no disponible para la ciudadanía– y otro, que está en proceso, sobre mayo y junio. En paralelo, se creó un fondo denominado Ruben Melogno –en honor al cantante de la mítica banda Psiglo, fallecido en España como consecuencia del coronavirus–, que, pensando en los artistas docentes y los espectáculos perjudicados por la crisis, reunió aportes públicos y privados para destinarlos, de momento, a financiar dos acciones: la contratación de 100 cursos virtuales y la compra anticipada de 11.700 entradas para diversos espectáculos, que posteriormente serán asignadas a centros educativos y organizaciones sociales. Para la selección de los espectáculos se tuvo en cuenta que “las personas seleccionadas ejercieran la actividad artística como única o principal fuente de ingresos y que no contaran con otros subsidios del Estado”, se indica en el portal de la Dnc.

A la convocatoria de docentes para brindar talleres online de cinco clases cada uno se presentaron cerca de setecientos proyectos, y la distribución de las asignaciones fue la siguiente: 15 cursos en el rubro Letras, 25 en Música, 25 en Artes Visuales y 35 en Artes Escénicas. Cada beneficiario cobrará 10.000 pesos por su trabajo. Los cursos están abiertos para toda la ciudadanía, son gratuitos y se están cargando en el portal culturaencasa.uy todos los jueves. Las opciones son muchas y variadas: desde talleres literarios en torno a la poesía, la canción y el guion cinematográfico hasta cursos de batería, guitarra flamenca e improvisación en la música popular, pasando por talleres de fotografía, iluminación, pintura y cómic, además de cursos de circo, diversas danzas, performance y un larguísimo etcétera.

La Dnc entendió que otra forma de ayudar a los artistas es adelantar los diversos fondos concursables –comenzando por el llamado ya abierto al Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística–. Según ha manifestado en diversas entrevistas la directora Mariana Wainstein, otra de las medidas paliativas anunciadas es el pago de trabajos adeudados desde hace más de un año. Cabe destacar que la administración parece ser consciente de que las medidas son insuficientes al referirse a las acciones realizadas como “medidas paliativas y de contención que permitan cubrir necesidades de corto plazo y crear las condiciones para una mejor recuperación”. En ese proceso, también se debe considerar la exoneración de cuatro meses para las instituciones culturales por parte de la Ute. Lo que sigue, se ha anunciado, es la creación de cursos de capacitación, con iluminadores y sonidistas como docentes, para formar a diversos técnicos o funcionarios de teatros del Interior. Esta medida iría de lo virtual a lo presencial y está coordinada con el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional.

CULTURA ES TRABAJO. “Ayudar al sector cultural en la pandemia es lo urgente”, ha manifestado Wainstein. Las medidas paliativas son varias y se han instrumentado velozmente, pero resultan insuficientes para los trabajadores de la cultura, que estuvieron entre los primeros en parar, pero, ante la reapertura de los shoppings y la habilitación de liturgias religiosas, parecen ser los últimos en retornar a la actividad. La Dnc ha estado trabajando en la confección y el recibimiento de diversos protocolos para la reapertura de salas de eventos, museos, escuelas de formación artística (que vuelven el 29 de junio) y rodajes internacionales, y, ya a comienzos de mayo, algunos de estos se elevaron a las autoridades competentes: la Opp, el Ministerio de Salud Pública y el grupo de asesores, que tienen la potestad de habilitar la reapertura. Ha trascendido que algunas habilitaciones para el sector cultural serían inminentes. En la jornada de ayer el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, recibió a los representantes del teatro El Galpón, la Sociedad Uruguaya de Actores (Sua) y la Federación Uruguaya de Teatros Independientes.

ww en el sector ya han comenzado a manifestarse, reclamando el retorno de sus actividades. Además del Colectivo de Artistas y Trabajadores de la Cultura, que se manifestó la semana pasada frente a la plaza Independencia,1 recientemente se conformó la Intersocial Cultura, una confluencia de sindicatos y organizaciones que se han manifestado o apoyado mutuamente en el pasado y ahora se vuelven a encontrar para discutir sobre la Luc y la urgencia provocada por la pandemia. La componen la Sua, la Asociación de Danza del Uruguay, la Asociación de Técnicos del Auditorio Nacional Adela Reta, la Asociación de Trabajadores de Educación y Cultura (Atec), Gremiocine, un grupo de diseñadores, ilustradores y artistas circenses, gente perteneciente a la rama de la cultura viva comunitaria y gremios de la música, entre otras organizaciones.

Según dijo a Brecha Williams Martínez, participante de la Intersocial Cultura por la Atec, la profundidad de la crisis va a exceder la urgencia laboral actual y será muy dañina para el ecosistema cultural: “En la medida en que vos tenés un montón de personas que se ven sin posibilidades de hacer lo que saben y tienen que emigrar para otros sectores por una cuestión de supervivencia, al dedicarte a otras cosas, empezás a perder la capacidad instalada, la formación de años”. Estas organizaciones están preocupadas por la actualidad, pero también piensan en el futuro. Si bien todavía se encuentran en un proceso de articulación y diálogo para llegar a una plataforma, desde el vamos tienen claro que ante esta crisis “el Estado no puede pensar en ajustar, recortar o reducir gastos en cultura, porque, de ser así, nos va a llevar años volver a recuperar el ecosistema cultural”, manifestó Martínez.

De momento, hay mucha incertidumbre para varios trabajadores de la cultura vinculados al Estado por algunas declaraciones públicas de las autoridades en lo que refiere a los programas Centros Mec, Fábricas de Cultura y Usinas Culturales. En un comunicado de la Atec-Centros Mec, los trabajadores expresaron su rechazo al “desmantelamiento de la Dirección Nacional de Centros Mec” y exigieron respuestas ante la falta de información.

CIUDADANÍA CULTURAL. Dejando de lado las medidas vinculadas a la crisis que vive el sector, se han conocido diversos cambios que la actual administración prevé para su gestión. A través de diversas entrevistas que brindó Wainstein, se supo que una de las prioridades de la Dnc será el trabajo con el Interior del país –la “desmontevideanización” que todas las administraciones han prometido–, para lo cual ha creado una área de gestión territorial y proyecta crear varios centros culturales. También se supo que se trabajará en la línea del turismo cultural y que se ha puesto a funcionar nuevamente el Departamento de Industrias Creativas (Dicrea), que fue desmantelado durante la gestión de Sergio Mautone.

Asimismo, se ha creado un grupo de trabajo destinado a las celebraciones honoríficas, que este año dedicará su labor a los 80 años de Eduardo Mateo y el centenario de Mario Benedetti, Idea Vilariño y Julio César da Rosa, algo que fue determinado antes de que la Comisión del Patrimonio anunciara que el lema de este año para el Día del Patrimonio sería “Medicina y salud, bienestar a preservar”, en homenaje al médico Manuel Quintela. Esa noticia causó polémica, porque la administración anterior había proyectado dedicar la celebración a la figura de Mario Benedetti. Entrevistada en el programa radial En Perspectiva, Wainstein desmintió que no se fuera a realizar el ballet La tregua en el Sodre, como trascendió en algunos medios. Dijo que la obra sigue en el programa y, respecto a los trabajos de homenaje a figuras trascendentes de la cultura nacional, aseguró que hay un “compromiso de no hacer actividades ilustrativas, de adorno, sino generar debates, hacer cosas que no se hayan hecho, construir pensamiento y buscar actividades que aporten a la sociedad”.

Una de las medidas con mayor consenso propuestas por la actual administración es la creación, a través del artículo 201 de la Luc, de cuatro institutos dentro de la Dnc. Con la finalidad de promover las artes y difundir la cultura, la ley crea el Instituto Nacional de Música, el Instituto Nacional de Artes Visuales, el Instituto Nacional del Libro y la Promoción de la Lectura y el Instituto Nacional de Artes Escénicas. “Eso va en la tendencia correcta”, declaró a Brecha Luis Mardones, quien fue el primer director nacional de Cultura durante la primera administración del Frente Amplio. “No es una innovación de ellos. Ir a la reorganización de una Dirección de Cultura o trabajar para tener un Ministerio de Cultura más fuerte basado en la figura de los institutos es la tendencia más recibida y actual en el mundo. Y debería seguir así. Nosotros arrancamos con el Instituto de Cine y Audiovisual, después seguimos con el de Artes Escénicas y, en el período anterior, intentamos con el de Artes Visuales, pero creo que no se les dieron los recursos necesarios. Debería haber también un Instituto de Patrimonio. Que les den un rango legal es positivo. Ninguno de los que creamos nosotros tenía rango legal, salvo el Instituto del Cine”, añadió.

Para que la institucionalidad cultural se fortalezca, Mardones hizo hincapié en dos aspectos esenciales: jerarquización organizacional y presupuesto. “Yo creo que si esos institutos ganan en autonomía, es beneficioso: logran la capacidad de tomar decisiones con base en un presupuesto asignado, sin estar dependiendo tanto de instancias superiores; ganan agilidad, flexibilidad, capacidad de desarrollar políticas, presupuesto, jerarquía y reconocimiento”, dijo. Una aprobación similar fue expresada por el sucesor de Mardones en la Dnc, el profesor Hugo Achugar. De todos modos, Achugar señaló como un error el no haber creado también un Instituto de Ciudadanía Cultural. El asunto viene a colación debido a la declaración de Wainstein de que nadie le había podido explicar qué era el Área de Ciudadanía Cultural y de que algunos programas, como Fábricas de Cultura y Usinas Culturales, dependientes de esa división, habían perdido vigencia porque ahora cualquiera podía grabar música desde su casa.

Mardones dijo a Brecha: “Cuando han transcurrido diez o 15 años de determinada matriz en políticas, plantear una revisión crítica y una reingeniería o reorganización de programas o proyectos, en principio, parece que está bien. Yo, en los cursos de gestión cultural, siempre reflexiono en torno a las herramientas y sus patologías: con el paso del tiempo, toda herramienta, por buena que sea, presenta sus problemas. Eso yo lo pude vivir con los fondos concursables, que al principio eran una ilusión y una panacea, pero diez años después empezás a ver las grietas, las humedades del proyecto. Entonces, la revisión me parece razonable. Tanto Centros Mec como Fábricas, Usinas y Ciudadanía Cultural ameritan ser revisados, siempre y cuando esto no signifique ir a menos, disminuir o desarmar programas. Lo pienso desde una perspectiva de fortalecimiento”.

Pero ¿qué es la ciudadanía cultural? En “Desarrollo cultural para todos”, el informe de gestión de la Dnc relativo al período 2010-2014, Hugo Achugar señalaba que el gran cambio acaecido en esa administración había venido por el lado de “la descentralización y la transformación de las políticas culturales en el sentido de la incorporación al accionar de la Dnc de los derechos culturales y la ciudadanía cultural”. Se trata de “la concepción de que las políticas públicas en cultura no pueden ser solamente para los artistas ni para los sectores o las clases medias”, y esta posición se consolida con la creación del Área de Ciudadanía Cultural. En el mismo informe se indica que “los derechos culturales deben ser un hecho para todos los ciudadanos, sin importar su condición jurídica, legal, de salud, de edad, etcétera”, y que los programas destinados a este propósito son Usinas Culturales, Fábricas de Cultura, Talleres de Inclusión Socio-Cultural y el centro cultural Urbano. “Estos recorren un abanico de poblaciones vulnerables, poblaciones alejadas de las capitales departamentales, las cárceles, la Brigada Aérea número 2, Santa Bernardina de Durazno, el hospital Vilardebó, etcétera”, dijo. Los programas Usinas Culturales y Fábricas de Cultura, señala el informe, fueron declarados por la Oea y la Unesco “ejemplo de buenas prácticas de políticas culturales”, en 2009.2

Para Achugar, en este momento de pandemia, con “los sectores vulnerables mucho más vulnerables”, estos programas están más vigentes que nunca: “Es el momento, precisamente, de acudir a defender los derechos culturales, permitir que la ciudadanía más vulnerable ejerza la ciudadanía cultural, cumplir con los tratados y los documentos que Uruguay ha firmado a nivel internacional. No hay que considerar que ahora la revolución tecnológica y los celulares lo hacen más fácil. No podés editar un video como se hace en las Usinas Culturales con un celular, no podés grabar en una sala sonorizada y con varios instrumentos si no tenés los recursos”.

Al ser consultado sobre si esos programas no serían más propios de las intendencias departamentales o, incluso, el Mides, Achugar respondió: “Cuando se hizo fue, precisamente, para ayudar a las intendencias. Hay un documento que fue firmado en 2014 por todos los directores de Cultura de todos los departamentos y todos los partidos, en el que se establece una serie de objetivos, acuerdos y políticas de Estado, y se mencionan las Usinas, las Fábricas, los proyectos para atender culturalmente a la gente en situación de calle, como Urbano. Pasar Ciudadanía Cultural al Mides es esa concepción de ‘si no podés hacer la universidad, andá a la Utu’. Personalmente, no estoy de acuerdo. Sería dar una mala señal acerca de lo que es la cultura, porque el Mides está asociado a los pobres, los indigentes, los marginales, los sectores carentes de derechos. Y, para mí, la cultura es para todos, no ‘para las artes’. Las artes son fundamentales, tan fundamentales que durante mi gestión se crearon el Eac y el Museo Figari, se apoyó fuertemente al Mnav y se crearon premios, como los Fefca. No es que haya un desprecio por las artes. Pero quedarse en la concepción de que la cultura es sólo las bellas artes es del siglo XIX”.

Según Mardones: “Una dirección se puede convertir en un organismo más de arte que de cultura, pero yo no tengo claro que, sobre este punto, haya una definición en las actuales autoridades. Me da la impresión –porque Mariana escribió en Cuadernos del Claeh hace unos años– de que ella tiene la idea de que tenemos una Dnc muy ambiciosa en sus cometidos, pero con una estructura organizacional y un presupuesto muy precarios. Y eso no es equivocado: eso es real. Esos cometidos tan amplios no son posibles con la estructura y el presupuesto que hay. Capaz que su idea es definir las cuatro o cinco cosas que hay que hacer sí o sí y hacerlas bien”.

“Yo respeto especialmente a Mariana. Creo que, a pesar de los desacuerdos y los matices, tiene la mejor de las intenciones. Y sé que ni ella ni Ana Ribeiro están en contra de los derechos de las poblaciones vulnerables. Pero el Mides tiene otras tareas que hacer, no estas. La cultura es plural. No es una, no es blanca, no es de clase media. Tiene todos los colores de piel, todas las clases sociales, todas las creencias religiosas y todas las estéticas, porque el Estado, eso sí, no puede tener una sola estética. Las personas procesadas y sentenciadas que están en las cárceles pierden los derechos cívicos, como el de votar, pero no los derechos culturales. Un juez puede declararte incapaz y entonces no podés casarte, salir del país, ser propietario, pero sí crear música, hacer poesía y pintar. Ese derecho no te lo quita nadie, y creo que es un derecho que hay que defender. Si no, hacemos cultura para la Gcu: la gente como uno”, expresó Achugar.

Tanto Mardones como Achugar valoraron la elección de Mariana Wainstein como directora de la Dnc, a pesar de los matices. “Se ha encontrado un conjunto de nombres indiscutiblemente comprometidos con la temática cultural. No mandaron gente de relleno ni porque tuvieran que repartir por cuota política. Es gente del palo, laburadora, reconocida, con trayectoria”, opinó Mardones. Tanto él como Achugar recordaron, sin embargo, que la institucionalidad cultural de Uruguay depende mucho de la jerarquización política que se le dé a la cultura en las esferas superiores: en el Ministerio de Educación y Cultura, el Ministerio de Economía y Finanzas, la Presidencia de la Nación y el Parlamento. “La institucionalidad cultural en Uruguay siempre fue de archipiélago o de aluvión, como decía Gonzalo Carámbula. Cada persona que llega trae un nuevo modelo de institucionalidad cultural, y esto es porque no ha habido un acuerdo nacional para que haya una política de Estado sobre qué hacemos con la cultura. Claro, todavía hay gente que dice que en la cultura lo mejor es que el Estado no haga nada, pero después siempre viene alguien a pedir fondos. No ha habido un ponerse serios en este país, dejando de lado los partidos y las fracciones, para establecer una política cultural de Estado, no funcionar más con base en empujes personales, individuales o corporativos. Uno de los problemas que todavía tenemos es el de la chacra: yo cuido mi chacra, la del vecino que la cuide él. Y así no hacés un país, no construís una institucionalidad de Estado”, manifestó Achugar.

1. Véase https://brecha.com.uy/pausadramatica/.

2.   Más de diez años después, no sabemos con claridad cuál es la situación de esos programas ni cuál fue su devenir durante la administración de Sergio Mautone, que, a diferencia de la de Achugar, no dejó un informe de gestión. Apenas asumió, Mariana Wainstein anunció que haría un informe de cómo encontró la institución. Será imprescindible para evaluar.

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Esa herencia maldita

Las autoridades actuales de la Dnc han señalado que se encontraron con un déficit de 38 millones de pesos. Se trata de trabajos y fondos adeudados a diversos trabajadores de la cadena cultural.
Consultado al respecto, Mardones señaló que no sabe exactamente qué sucedió en la pasada administración. “Pero tengo entendido que hubo un refuerzo presupuestal que siempre llegaba [y no llegó]. Eso se origina en la época nuestra. La Dnc tiene determinadas asignaciones presupuestales, pero muchos de los programas se sostenían por refuerzos. Y si por algún motivo esos refuerzos no llegaban, era obvio que el daño iba a ser muy grande. Son temas combinados, falta de jerarquización de los gobiernos nacionales, y podrá haber también problemas de gestión”, añadió.
Achugar, por su parte, opinó: “Es un desastre que haya recibido ese déficit, porque ese déficit surge de algo que yo no comparto, algo que no era imprescindible. Pero, como era de la alta cultura, se entendió que era imprescindible. Y eso implicó no cumplir con el pago de talleristas y docentes que estaban trabajando en el territorio”. A la pregunta de a qué estaba haciendo referencia, respondió: “A buen entendedor, pocas palabras”.

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