El tal Phineas Taylor Barnum (1810-1891) que revela la presente historia no es otro que el artista –y empresario– estadounidense, siempre convencido de que, a lo largo de un plazo determinado de tiempo, podrá captar la atención de los espectadores en ciernes. Desde el precario edificio de Manhattan a las cortes europeas, o bajo la lona de un circo, el hombre se las ingenia para desplegar el desfile de personas y animales que las masas desprevenidas quizás no esperaban contemplar, consiguiendo, al mismo tiempo, que figuras tan diferentes como la mujer barbuda, el hombre que pesa más de doscientos quilos, el enano y su antítesis que sobrepasa los dos metros se ganen un lugar en la escena. En las calles, alguna turba enfervorizada lo critica, lo insulta y hasta intenta agredirlo físicamente por apoyarse en el desempeño de “fenómenos humanos”, los cuales, en realidad, resultan quizás mucho más presentables que quienes los denigran.
Hasta dónde la historia de Barnum se mezcla con la leyenda, de pronto no queda demasiado claro, porque lo que importa es el relato que, de acuerdo a las siluetas que lo protagonizan, recurre al lenguaje de la comedia musical para así contar cómo el tal Barnum –admirable retrato de Hugh Jackman–, habida cuenta de su humilde origen, se las arregla tanto para casarse con la aristocrática mujer que ama como para llevar adelante proyectos que casi nadie definiría, en aquellas épocas, como artísticos. Por cierto que para que todo el asunto logre hacer efecto importa aquí el peso del guión que firman Michael Arndt, Bill Condon y Jenny Bicks, así como la música constante de John Dabney y Joseph Trapanese, y las letras –imposible aceptar que circule por ahí una versión doblada al español de un asunto que debe ser escuchado en su propia salsa y con toda la energía de sus cantantes originales– de Benj Pasek y Justin Paul, apreciables colaboradores de la reciente y disfrutable La La Land, de Damien Chazelle. Aquí, quien se encuentra en los controles es Michael Gracey, al cual cabe reconocerle cómo se las ingenia para extraer el mejor partido de los aportes del fotógrafo Seamus McGarvey, los diseños de producción de Nathan Crowley y la dirección de arte de Laura Ballinger. Gracey, desde el comienzo, acierta con el ritmo entusiasta que demanda un relato de este tipo. A su favor, cuenta también con el impecable elenco (Michelle Williams, Zac Efron, Zendaya y todos los demás) que acompaña a Jackman, y el hallazgo de dar con el tono que parecía exigir la biografía de uno de esos hombres prontos a venderle el obelisco al primero que se le cruza en el camino. Barnum lo lograba casi siempre.
The Greatest Showman. Estados Unidos, 2017.