Fue en 2009 que la ceremonia dio un vuelco radical. En ese año abrió su abanico de nominaciones a mejor película, ampliando de cinco a diez sus candidatas y avanzando unos pasos hacia la diversidad. La primera diferencia destacable fue la incorporación creciente de títulos identificables con las comunidades negras de Estados Unidos (Precious, Doce años de esclavitud), tendencia que se agudizó en 2013 con el movimiento Black Lives Matter y las críticas a Hollywood y a la academia misma, en 2015, bajo el hashtag #OscarsSoWhite. En 2013 se dio otro suceso, mucho menos ruidoso, pero sustancialmente llamativo: se coló entre las nominadas una intrusa, la grandiosa Amour, coproducción de Francia, Austria y Alemania, hablada íntegramente en francés y dirigida por el maestro austríaco Michael Hanek...
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