Por las páginas de este Diario... por momentos de aire tenebroso, a ratos con trazos carnavalescos y desopilantes, cruzan la silueta de un hombre con “ojos color de aguardiente”, una mujer que aprendió a “moverse por la vida sin hacer ruido, como una sombra que limpia el polvo”, “un patio que huele a tierra de osario”, recuerdos que arrastran a sus muertos “como muebles viejos” y un diablo que “se roba pedazos de cielo” para lanzar a los mortales.
La fluidez del lenguaje de Quallenberg va amarrada a la reflexión. Busca hilar las voces de sus personajes con un fraseo que es monólogo interior de un yo plural, vale decir aquello que aunque se exprese por cuenta y riesgo, siempre lo hace a cuenta de un “uno” que es comunidad, de un yo que es, a la vez, habla coral. Los cuentos de su último lib...
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