Gaza y las acusaciones contra Israel por crímenes de guerra y de lesa humanidad: Pistas de un genocidio - Semanario Brecha
Gaza y las acusaciones contra Israel por crímenes de guerra y de lesa humanidad

Pistas de un genocidio

Destrucción tras un ataque israelí al campamento para refugiados palestinos de Jabalia, en la Franja de Gaza, 1 de noviembre. AFP, BASHAR TALEB

¿Qué tan apropiado es hablar de un genocidio en la Franja de Gaza? A los múltiples análisis legales e históricos que vienen denunciando “serios riesgos” de que hoy se esté cometiendo ese crimen en el enclave palestino (o que ya dan por hecha su comisión), se suman las declaraciones incriminatorias de las propias autoridades israelíes.

En el primer libro de Samuel, el profeta exhorta a los israelitas: «Ve y ataca a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no le tengas piedad; mata a hombres, mujeres, niños, y aun a los niños de pecho». Apenas más circunspecto, Deuteronomio ordena a los hebreos recordar «lo que te hizo Amalec cuando salías de Egipto» y prescribe que «en la tierra que el Señor tu Dios te da en heredad para poseerla, borrarás de la faz de la tierra la memoria de Amalec. No lo olvides». Aunque las referencias a la remota y quizás ficticia nación de Amalec escasean en la Biblia, en su discurso de guerra del 28 de octubre el premier israelí, Benjamin Netanyahu, entendió que de toda la vasta Escritura estos pasajes son los más apropiados para sacralizar la invasión terrestre israelí a la Franja de Gaza, anunciada por él minutos antes: «¡Recuerda lo que te hizo Amalec! Nosotros recordamos. Y combatimos», sentenció el mandatario.

Podría pensarse que esa alusión en prime time a la aniquilación indiscriminada de toda una nación por mandato divino fue un exabrupto, pero en la Franja de Gaza, al momento de publicarse este artículo, Unicef calcula en más de 420 los niños asesinados o heridos por día desde que comenzó el bombardeo israelí, el 7 de octubre, y según el Ministerio de Salud de Gaza hay un total de al menos 9 mil personas (dos tercios de ellas, mujeres y niños) muertas por los incesantes ataques de Israel y más de 1.500 desaparecidos bajo los escombros. De acuerdo a esa cartera, solo en la primera semana de ataques aéreos 47 familias fueron exterminadas por completo, aunque la secretaria general de Amnistía Internacional cree que la cifra real de familias aniquiladas podría ser mucho más alta. Este viernes se cumplen 25 días del bloqueo total impuesto por los israelíes al pasaje de alimentos, medicinas, electricidad, agua corriente y combustible, a lo que se suman intermitentes y largos apagones de internet y conexión telefónica.

En ese espacio cerrado de 365 quilómetros cuadrados en los que habitan 2,3 millones de personas, en los dos primeros días del ataque Israel llevaba arrojados «cientos de toneladas de bombas», según el vocero de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Para el 31 de octubre esas toneladas ascendían a 18 mil, el equivalente a 1,5 veces la fuerza de la bomba arrojada sobre Hiroshima, según el gobierno de la Franja de Gaza.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, entre el 9 y el 30 de octubre Israel bombardeó 34 instalaciones médicas, incluidos 21 de los 35 hospitales del enclave. Doce de estos centros asistenciales ya han quedado fuera de funcionamiento. Unicef informa, además, que 221 escuelas y 117 mil viviendas han sido dañadas o destruidas. Su directora ejecutiva, Catherine Russell, dijo este lunes que «la falta de agua potable y de saneamiento está a punto de volverse una catástrofe. Si no se reestablece urgentemente el acceso, más civiles enfermarán o morirán por deshidratación o enfermedades transmitidas por el agua». La desesperación por la falta de comida, en tanto, ha empujado a miles de habitantes de la zona a irrumpir por la fuerza en depósitos de la ONU para llevarse harina, según informó el organismo. El sábado 28, la agencia de la ONU para los refugiados indicó que diez de las 50 panaderías a las que provee con ese ingrediente habían sido bombardeadas por Israel. Aquellas que siguen trabajando se están quedando sin combustible, un elemento esencial también para los generadores eléctricos de los hospitales. Israel insiste en prohibir el combustible en los envíos de ayuda humanitaria que en los últimos días ha dejado entrar a la Franja, una ayuda de un volumen «completamente inadecuado», en palabras de esta semana del secretario general de la ONU.

«LIBELO ANTISEMITA»

«Estamos presenciando un genocidio desarrollarse ante nuestros ojos», dijo este sábado 28 Craig Mokhiber en su carta de renuncia al cargo de director de la oficina de Nueva York del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Mokhiber, escribiendo en calidad de experto en derecho internacional «que ha investigado los derechos humanos en Palestina desde la década del 80, vivió en Gaza como asesor de derechos humanos de la ONU en la década del 90 y llevó a cabo varias misiones de derechos humanos en el país antes y después», además de trabajar en la investigación de genocidios en Ruanda, Irak, Siria, Yugoslavia y Birmania, cree que lo que ocurre hoy en Gaza es «un genocidio de manual». Para él, la ONU «está fallando otra vez» en su deber de prevenir atrocidades en masa y «no ha estado a la altura» en momentos en que, sostiene, «sectores clave» de esa organización multilateral «se han rendido al poder de Estados Unidos y, por miedo al lobby de Israel, han abandonado sus principios y se han retirado del respeto al derecho internacional».

Las declaraciones de Mokhiber han causado no poco revuelo. El doctor en Ciencia Política Zachary R. Goldsmith escribió recientemente en la revista libertarian y conservadora Quillette que acusaciones de genocidio como esta son un «cálculo cínico y obsceno» que busca «emparentar al Estado judío con la Alemana nazi». Entre los elementos que probarían su falsedad, alude al estricto Código de Ética de las FDI –tradicionalmente ensalzadas en la propaganda israelí como «el Ejército más moral del mundo»–, cuya letra misma probaría que Israel no se propone el asesinato de civiles ni la destrucción de su infraestructura, elementos que, de registrarse, son apenas «daños colaterales». Para organizaciones sionistas como la israelí Reservists on Duty y la estadounidense Liga Antidifamación, acusar de genocidio a Israel es un «libelo de sangre», «una herramienta de propaganda que contribuye al crecimiento del antisemitismo» y un intento de «demonizar» a Israel, al que se le aplica así un «doble estándar» que no se usa con otros Estados. Para Elisha Wiesel, hijo del cronista del Holocausto y premio nobel Elie Wiesel, es sencillo: los que dicen que Israel comete un genocidio en Gaza son lisa y llanamente «antisemitas», según dijo en una columna de esta semana en USA Today.

Incluso el periódico progresista Haaretz, reconocido internacionalmente por sus críticas a las políticas israelíes contra los palestinos, afirma que «Israel no está cometiendo un genocidio en Gaza». En una columna de opinión aparecida este miércoles en esa publicación, el abogado de derechos humanos Eitay Mack objeta lo que entiende que es una «afirmación falsa que no está basada en el derecho internacional». «Se trata de una distracción peligrosa que probablemente provoque más muertes civiles en Gaza, Israel y otros lugares», sentencia Mack.

LA ACUSACIÓN

Al parecer, son muchos y muy documentados los «distraídos». Este jueves, siete autoridades de la ONU en materia de derecho internacional repitieron una alarma que ya habían hecho sonar hace dos semanas: «Seguimos convencidos de que el pueblo palestino corre un grave riesgo de genocidio». Agregaron que «todo indica que hemos llegado a un punto de quiebre» y que «el tiempo para actuar es ahora. Los aliados de Israel también tienen responsabilidad y deben actuar ya para evitar el desastroso curso de acción de ese país». Los autores de estas declaraciones parecen saber de lo que hablan. Son el relator especial sobre los derechos humanos al agua potable y el saneamiento, Pedro Arrojo Agudo; el relator especial sobre el derecho a la alimentación, Michael Fakhri; la relatora especial sobre el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental, Tlaleng Mofokeng; la relatora especial sobre los derechos humanos de los desplazados internos, Paula Gaviria Betancur; la relatora especial sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y expresión, Irene Khan; la relatora especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, Francesca Albanese, y la relatora especial sobre las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia, Ashwini K. P.

Más de 800 académicos y profesionales dedicados al ejercicio del derecho internacional suscribieron una carta abierta aparecida el domingo 15 en diversos sitios internacionales dedicados al análisis legal, en la que advierten de «un potencial genocidio en Gaza». «Nos vemos obligados a hacer sonar la alarma sobre la posibilidad de que las fuerzas israelíes estén perpetrando el crimen de genocidio contra los palestinos en la Franja de Gaza. No lo hacemos a la ligera, reconocemos el peso que este crimen tiene, pero la gravedad de la situación actual lo exige», manifiestan los firmantes, provenientes de decenas de las universidades más prestigiosas del mundo, entre ellas Harvard, Princeton, Yale, Cambridge y Oxford.

En su análisis, además de los resultados concretos en pérdidas humanas que la ofensiva y el bloqueo total a Gaza vienen provocando, apuntan al «lenguaje usado por figuras políticas y militares israelíes [que] parece reproducir la retórica y los tropos asociados con el genocidio y la incitación al genocidio. Las descripciones deshumanizantes de los palestinos son prevalentes». Asimismo, recuerdan que «tales manifestaciones no son nuevas y resuenan con un discurso israelí más amplio que muestra la intención de eliminación y genocidio contra el pueblo palestino», un pueblo que «constituye un grupo nacional a los efectos de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio». Según los expertos, «los palestinos de la Franja de Gaza constituyen una proporción sustancial de la nación palestina y están siendo atacados por Israel porque son palestinos. La población palestina de Gaza parece estar actualmente sometida por las fuerzas y las autoridades israelíes a asesinatos generalizados, daños físicos y mentales y condiciones de vida inviables, en un contexto de declaraciones israelíes que evidencian signos de intención de destruir físicamente a la población».

Los firmantes de la misiva llaman a tener en mente la definición legal de genocidio. El artículo II de la Convención de 1948 para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio establece que «se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: a) matanza de miembros del grupo; b) lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo».

El historiador israelí Raz Segal, profesor asociado de estudios del Holocausto y genocidios en la Universidad de Stockton, Nueva Jersey, está convencido, al igual que Craig Mokhiber, de que lo que está sucediendo en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre es «un caso de manual de genocidio». En un ensayo bajo ese título en la publicación estadounidense Jewish Currents (13-X-23), considera que los tres primeros puntos contemplados por la Convención de 1948 están siendo perpetrados hoy por Israel en la Franja de Gaza. Segal admite que, por lo general, una de las cosas más difíciles de probar en casos de genocidio es la intención del perpetrador –un elemento clave para dictaminar la comisión del crimen–, ya que «los autores de genocidios no suelen expresar sus intenciones con tanta claridad». Pero, en este caso –y esto sería lo excepcional, entiende el estudioso israelí–, «el ataque genocida de Israel contra Gaza es bastante explícito, abierto y descarado».

El 19 de octubre de 2023, 100 organizaciones de la sociedad civil –incluidas varias organizaciones palestinas y judías de derechos humanos– y seis estudiosos del genocidio enviaron una carta a Karim Khan, fiscal de la Corte Penal Internacional, en la que le solicitaron que emita órdenes de arresto contra varias autoridades israelíes por casos que ya estaban a estudio de la Corte, que investigue los nuevos crímenes que se están cometiendo en los territorios palestinos desde el 7 de octubre, que emita una declaración preventiva contra los crímenes de guerra y que recuerde a todos los Estados sus obligaciones según el derecho internacional. La carta señala que las autoridades de Israel vienen manifestando «una clara intención de cometer crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad e incitación a cometer genocidio, usando un lenguaje deshumanizante para describir a los palestinos».

Por su parte, una serie de juristas estadounidenses organizados en el Centro de Derechos Constitucionales publicó esa misma semana un exhaustivo análisis legal en el que establece que las actuales tácticas de Israel están «calculadas para destruir a la población palestina en Gaza» y advirtieron al gobierno de Joe Biden que «los funcionarios estadounidenses pueden terminar siendo responsabilizados por su fracaso a la hora de impedir el genocidio en desarrollo por parte de Israel, así como por su complicidad, al alentarlo y apoyarlo materialmente». 

«LOS NIÑOS DE GAZA SE LA BUSCARON»

Este jueves, mientras crecen las advertencias de agencias humanitarias y autoridades de la ONU sobre «el riesgo» y «la posibilidad» de un genocidio en Gaza y se acumulan los dictámenes de académicos que hablan de un crimen ya en marcha, la Organización Mundial de la Salud (OMS) manifestó que «en la situación actual es casi imposible» garantizar que la población de Gaza tenga acceso a servicios sanitarios y humanitarios, algo contrario a las declaraciones autocomplacientes del gobierno estadounidense sobre el reciente ingreso de ayuda humanitaria a Gaza.

El director del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, Michael Ryan, en declaraciones a AFP, expresó que «nunca había resultado tan difícil establecer reglas básicas de respeto a las garantías mínimas de seguridad para los trabajadores humanitarios» y aseveró que «no se ha facilitado ni se ha apoyado» la distribución de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza. «De hecho, en todo caso, se ha hecho todo lo contrario», añadió, en una acusación velada a Israel, que desde 1967 y por virtud del derecho internacional tiene un «derecho de cuidado» sobre la población del enclave palestino, dado su rol de potencia ocupante que controla la mayoría de sus entradas y salidas, así como su espacio aéreo, su espacio marítimo y su acceso a la electricidad, las telecomunicaciones, el combustible y los alimentos.

Por su parte, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo este viernes a la prensa internacional que la situación sobre el terreno en Gaza es «indescriptible». «Nos estamos quedando sin palabras para describir el horror que se desarrolla en Gaza», expresó. «Hospitales repletos de heridos tirados en los pasillos, morgues desbordadas, médicos que realizan cirugía sin anestesia. Y por todas partes miedo, muerte, destrucción, pérdida. A medida que aumentan las necesidades de salud, nuestra capacidad para satisfacerlas se desploma.»

En los últimos días, estas situaciones han sido lamentadas por los gobiernos aliados a Israel, como los de Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, entre otros, como consecuencias indeseadas pero inevitables de la guerra contra el terrorismo de Hamás.

Sin embargo, las declaraciones de sus contrapartes israelíes apuntan en otro sentido. Para el presidente, Isaac Herzog, «es una nación entera la que es responsable» por las atrocidades cometidas por Hamás el 7 de octubre en el sur de Israel, ya que «no es cierta esa retórica de que los civiles [de Gaza] no estaban al tanto, que no estaban involucrados»; en palabras del líder de la oposición y ministro en el gabinete de unidad Benny Gantz, estamos ante una guerra de «la Maldad total contra la Justicia total»; el ministro de Defensa, Yoav Galant, cree que en Gaza Israel lucha «contra animales humanos» y anunció que sus tropas actuarán «en consecuencia»; frente a la acusación de estar cometiendo un crimen de castigo colectivo contra la población civil, el ministro de Energía, Yisrael Katz, contestó: «A toda la población civil de Gaza se le ha ordenado que se vaya inmediatamente. Ganaremos. No recibirán una sola gota de agua ni una sola batería hasta que abandonen este mundo».

De acuerdo al general de las FDI Ghassan Alian, «los animales humanos deben ser tratados como tales. No habrá electricidad ni agua [en Gaza], solo habrá destrucción. Querían el infierno y lo tendrán»; el propio Netanyahu aseguró que «lo que les haremos a nuestros enemigos en los próximos días repercutirá en ellos durante generaciones»; según el vocero de las FDI, Daniel Hagari, en la ofensiva contra Gaza se ha decidido que «el énfasis esté puesto en el daño y no en la precisión»; la ministra israelí para el avance de la condición de la mujer, May Golan, cuando se le preguntó por los civiles en Gaza, admitió: «No me importa Gaza en absoluto, pueden salir y nadar en el mar, quiero ver cadáveres de terroristas por toda Gaza», ya que, según ella, «esta guerra no es contra Hamás, sino contra el Estado de Gaza»; para Meirav Ben-Ari, legisladora del partido «centrista» y «moderado» Yesh Atid, «los niños de Gaza se la buscaron», según dijo en una sesión de la Knéset el 16 de octubre en respuesta a una legisladora árabe que lamentaba las muertes de niños a ambos lados de la frontera gazatí.

«La foto de la victoria: cero habitantes en Gaza» y «aniquilación de Gaza», rezaban dos pasacalles desplegados en una de las avenidas de Tel Aviv el 13 de octubre. Ariel Kallner, diputado del partido de Netanyahu, piensa que «ahora mismo, debemos tener una sola meta: ¡Nakba! Una Nakba que supere la de 1948». Para los palestinos, esas palabras no están muy lejos de las usadas por el primer ministro israelí en su alocución del 28 de octubre sobre el comienzo de la invasión terrestre a la Franja. En tono triunfalista, Netanyahu cerró su discurso con la afirmación de que esta es «la segunda guerra de independencia» de Israel. Fue precisamente en esa guerra, la fundacional, en la que Israel desplazó a 750 mil civiles palestinos de sus hogares a través de ataques armados y amenazas, un hecho hoy constatado al detalle por historiadores de diverso pelo político y procedencia étnica, como el judío israelí Benny Morris y el palestino estadounidense Rashid Khalidi, entre muchos otros.

Al cierre de esta edición, los llamados a un cese el fuego en Israel, Gaza y Cisjordania abarcaban ya a 120 gobiernos de todo el mundo, a la totalidad de las autoridades de la ONU y a la mayoría de las organizaciones de derechos humanos locales e internacionales. Estados Unidos e Israel, junto a sus aliados (entre ellos Uruguay), consideraban esto inadmisible. Al fin y al cabo, cuando tomó la palabra, tras Netanyahu, el sábado 28, el ministro Gantz se refirió así, displicente, a la presión internacional para que Israel limite su ofensiva: «No habrá límite alguno de tiempo establecido por la diplomacia». En Gaza, se ufanó, «haremos lo que nos parezca conveniente para nosotros».

¿Y el 7 de octubre?

Las acusaciones contra Israel por los crímenes que estaría cometiendo en la Franja de Gaza suelen ser respondidas por los defensores del accionar de ese Estado con alusiones a las masacres cometidas el 7 de octubre por el grupo armado palestino Hamás en el sur de Israel. Las autoridades israelíes, los videos filmados por los propios miembros de Hamás y el trabajo de periodistas y de organizaciones de derechos humanos han documentado la comisión masiva de asesinatos, torturas y secuestros contra civiles desarmados (Israel también afirma tener pruebas contundentes de múltiples violaciones). De acuerdo con las estimaciones israelíes, los asesinados por Hamás en ese ataque ascienden a 1.400 y los secuestrados por esa organización serían unos 245. En ambos casos, la inmensa mayoría de las víctimas son civiles, y muchos de ellos son niños y ancianos. Durante su operación, Hamás también aniquiló familias enteras.

La Comisión Internacional Independiente de Investigación de las Naciones Unidas sobre los Territorios Palestinos Ocupados, Jerusalén Oriental e Israel anunciaba ya el 10 de octubre que había evidencia clara de crímenes de guerra cometidos en los últimos días no solo por Israel, sino también por Hamás.

En ese sentido, las familias israelíes de las víctimas de los ataques del 7 de octubre apelaron el martes a la Corte Penal Internacional para que ordene una investigación sobre los asesinatos y secuestros cometidos por esa organización islamista, a pesar de la oposición del gobierno israelí a la legitimidad de la corte. Karim Khan, el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, dijo recientemente que ese tribunal tiene jurisdicción sobre posibles crímenes de guerra cometidos por militantes de Hamás en Israel y por israelíes en la Franja de Gaza, incluso aunque Israel no sea un Estado miembro.

De todos modos, y más allá de la comisión de crímenes de guerra, parece poco probable que se pueda construir una acusación legal seria de genocidio contra Hamás, como desea Goldsmith en su artículo en Quillette. «Si bien ambas partes cometieron crímenes atroces, el llamado de Gallant a un asedio completo a Gaza reveló el desequilibrio subyacente en juego: si bien el ataque de Hamás conmocionó a los israelíes y al mundo, y representó el ataque más grave contra Israel en cinco décadas, palideció en comparación con la amenaza de Gallant de matar de hambre a 2 millones de civiles atrapados», recuerda la publicación estadounidense The Intercept. En esa línea, el portal cita a la periodista de Al Jazeera Sana Saeed: «Esto nunca fue ni será una “guerra” entre iguales, porque uno de los lados tiene el poder de eliminar por completo a una población entera, de controlar si viven o mueren». Israel, la potencia ocupante en Gaza y Cisjordania, no solo tiene uno de los ejércitos más poderosos del mundo, sino que, además, es una potencia nuclear.

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