Viejos y nuevos modos de desarticular sindicatos: Conoce a tu enemigo - Semanario Brecha
Viejos y nuevos modos de desarticular sindicatos

Conoce a tu enemigo

Fotograma del documental American Factory. NETFLIX

Publicado en 1993, Confessions of a Union Buster, de Martin Jay Levitt, es el testimonio de un exdestructor de sindicatos que revela las estrategias empleadas por las empresas para desarticular movimientos sindicales. Levitt comienza su libro narrando su entrada a este mundo en los años setenta. Atraído por el dinero y el poder, asciende rápidamente en su campo trabajando para empresas que buscaban mantener a sus trabajadores desorganizados.

Levitt describe a los union busters (cuya traducción literal sería la de «exterminadores de sindicatos») como mercenarios modernos, contratados por firmas que invierten grandes sumas de dinero en sus embestidas antisindicalistas. Algunos de los tramos más interesantes (y nefastos) del libro tienen lugar cuando el autor enumera las tácticas utilizadas. Entre las más comunes, destaca la desmoralización de los trabajadores; la necesidad de sembrar el miedo y la incertidumbre, para lo que utilizaban amenazas veladas de despidos, cierres de plantas y pérdida de beneficios. Otra estrategia es la de divide y vencerás: promover conflictos internos entre los trabajadores para fomentar la desconfianza. Para esto último son utilizados infiltrados que delatan a los activistas más influyentes, además de sabotear los sindicatos desde dentro. Las empresas pueden ofrecer incentivos (por no decir sobornos) a individuos clave para que traicionen a sus compañeros.

También describe las campañas de desinformación, cruciales para dinamitar la buena imagen de los sindicatos. Se les comunica a los empleados sobre los perjuicios de la sindicalización, resaltando lo caro de las cuotas y sugiriendo que los líderes sindicales están más interesados en su propio poder que en ayudar a los trabajadores. Toda una cultura antisindical es bombardeada, con un poderoso efecto intimidatorio.

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El cine ha recogido este fenómeno, y uno de los más impactantes registros es el documental ganador del Oscar en 2020 American Factory. Los directores Julia Reichert y Steven Bognar acompañaron el proceso de creación de una fábrica de vidrio automotriz, filial en Estados Unidos de la multinacional china Fuyao. El registro es monumental y, luego de haber rodado durante tres años, los cineastas obtuvieron 1.200 horas de material fílmico al momento de hacer un montaje que les insumió un año entero. El resultado es durísimo: se sigue la historia de los trabajadores estadounidenses que luchan por adaptarse a las estrictas expectativas laborales y los métodos de gestión chinos. El dueño de la fábrica es terminante desde un comienzo: no quiere que exista un sindicato. De generarse uno, cerraría la fábrica de inmediato.

Pero los trabajadores poco tardan en reunirse y discutir acerca del hostigamiento laboral, la demanda constante de aumentos de productividad, los bajos salarios y el absoluto descaro de la empresa al verter sustancias contaminantes en los ríos locales. Una vez organizados en un sindicato incipiente, la respuesta de Fuyao es contratar a un union buster, que hace su trabajo con diligencia y velocidad pasmosa. Con las técnicas descritas por Levitt, logra disuadir a la mayoría de los trabajadores, quienes finalmente deciden cerrar el sindicato y anular su representatividad. Los tramos finales del documental exhiben una consecuencia de esto último. Muchos de los trabajadores –incluso varios de los que fueron convencidos a votar contra el sindicato– son finalmente sustituidos por robots. Más fuertes y resistentes que los trabajadores de carne y hueso. Más manipulables y baratos.

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En su brillante Dos días, una noche, los hermanos Dardenne abundan en otro tipo de metodología, la cual consiste en trasladar decisiones cruciales a los trabajadores. Con la ilusión de ejercer cierto espacio de «poder», los trabajadores de una empresa belga de paneles solares votan para decidir si prefieren conservar un bono anual de 1.000 euros o mantener a Sandra, la protagonista, en su puesto de trabajo, ya que la patronal no puede permitirse ambas cosas. Planteado el dilema, cada uno de los empleados debe decidir si renuncia a su bono para que Sandra conserve su empleo o si lo acepta a costa de que ella sea despedida. Esto lleva a una gran división entre los trabajadores, en la cual pesa lo moral y las dificultades económicas de cada uno. El germen de la cizaña es implantado, con resultados implacables de división y desconfianza.

Esta metodología está estrechamente vinculada con la uberización, modelo por el cual los trabajadores operan como autónomos, pero que redunda en una forma moderna de esclavitud encubierta. El riguroso trabajo de metas al que se someten los repartidores independientes fue retratado por el maestro británico Ken Loach en la película Sorry We Missed You.

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Plenamente arrepentido de su trabajo durante décadas, Levitt publicó su libro y dedicó sus últimos años de vida a dar charlas para educar a activistas laborales con la intención de fortalecer sus estrategias de resistencia: «El union busting es un campo poblado de abusadores y construido sobre el engaño. Una campaña contra un sindicato es un ataque a las personas y una guerra contra la verdad. Como tal, es una guerra sin honor. La única manera de destruir un sindicato es mentir, distorsionar, manipular, amenazar y siempre siempre atacar». Levitt enfatizaba en que las tácticas utilizadas no eran solo inmorales, sino, en muchos casos, también ilegales.

Varios artículos periodísticos han indagado en la materia, identificando tanto a las empresas contratantes como a las consultoras prominentes en la industria de la desarticulación sindical. Algunos de los empleadores más notorios han sido Walmart, Amazon, Starbucks y Mc Donald’s. Los nombres más destacados por sus servicios de consultoría antisindical incluyen a Jackson Lewis, Ogletree Deakins y Littler Mendelson, que no solo tienen desplegadas oficinas a lo largo y ancho del mundo (incluidos varios países de Latinoamérica), sino que además se empeñan en formar a nuevos profesionales con cursos de derecho laboral, investigación jurídica y litigios. Es decir, se encargan de refinar este tipo de procedimientos y de proteger a sus clientes de las consecuencias legales de sus acciones.

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La máxima de conocer a tu enemigo es fundamental ante esta clase de ofensivas, a las cuales corresponde afrontar con leyes sindicales fuertes y la democratización de los conocimientos. Esto último es clave, ya que la mayor debilidad de estos union busters pareciera ser la misma lógica mercantil que los crea: no parecen dispuestos a compartir sus servicios, métodos y conocimientos con quienes no puedan costearlos. Del otro lado del espectro social, se vuelve imperativo conocer y difundir estas formas de confrontación deshonesta, para lograr desarrollar prácticas y estrategias sindicales defensivas y así poder compartirlas con claridad y sin limitantes, de forma libre, gratuita y extensiva.

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