Pablo Carrasco González transitaba por las exposiciones rurales con aires de grandeza. Camisa abotonada hasta el penúltimo ojal, torso erguido, sonrisa amplia. Era el prototipo del gran hacendado rural, transmitía la imagen de un hombre exitoso. Tenía sus razones. Desde hacía 25 años, Carrasco administraba Conexión Ganadera, una empresa fundada en 1999 junto con su socio y amigo Gustavo Basso que se convirtió en una de las más lucrativas del sector agropecuario nacional. Una empresa exitosa, nacional y también familiar: las esposas de ambos socios, Ana Iewdiukow Artagaveytía y Daniela Cabral Bilhere, eran parte del holding empresarial, que incluía sociedades anónimas en Uruguay, Panamá y Estados Unidos.
La empresa –que tenía oficinas en Montevideo y Florida– sustentó la estructura del nego...
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