Pablo Carrasco González transitaba por las exposiciones rurales con aires de grandeza. Camisa abotonada hasta el penúltimo ojal, torso erguido, sonrisa amplia. Era el prototipo del gran hacendado rural, transmitía la imagen de un hombre exitoso. Tenía sus razones. Desde hacía 25 años, Carrasco administraba Conexión Ganadera, una empresa fundada en 1999 junto con su socio y amigo Gustavo Basso que se convirtió en una de las más lucrativas del sector agropecuario nacional. Una empresa exitosa, nacional y también familiar: las esposas de ambos socios, Ana Iewdiukow Artagaveytía y Daniela Cabral Bilhere, eran parte del holding empresarial, que incluía sociedades anónimas en Uruguay, Panamá y Estados Unidos.
La empresa –que tenía oficinas en Montevideo y Florida– sustentó la estructura del negocio en dos campos propios, ubicados en Río Negro y Rocha, de unas 13 mil hectáreas en total, y el arrendamiento de campos para recría y engorde en varios puntos del país, lo que le permitió controlar hasta 80 mil hectáreas. La gestión del ganado se hacía a través de Hernandarias XIII, empresa propiedad de Carrasco y su esposa. Eran tiempos buenos. El dinero fluía desde las cuentas de unos 4.200 inversores hacia las de Conexión Ganadera y el entramado de empresas que formó la madeja financiera del negocio.
El éxito comenzó a abrir otras oportunidades para los socios: adquirieron el frigorífico Paso de los Toros (Bamidal SA) –dedicado exclusivamente a la faena de ovinos– y el escritorio rural Juan Carlos Martínez, lo que les permitió fortalecer su presencia en el lucrativo negocio de los remates ganaderos. También desarrollaron una marca de carne gourmet, Stradivarius, autodefinida como «la mejor carne a pasto del mundo». En sus inicios, la marca estaba destinada al mercado exterior, especialmente hacia Estados Unidos (concretó su primera exportación en 2020); los negocios se hacían a través de una empresa abierta en suelo estadounidense, Del Terrunio LLC. En estos últimos años, la empresa extendió su operativa al mercado interno –a través de Del Terruño SRL–, con locales de venta propios en Montevideo y Punta del Este y puntos de venta en grandes superficies, sobre todo en supermercados Disco.
Con el paso de los años, Carrasco se convirtió en la cara visible del negocio. Ingeniero agrónomo –egresado de la Universidad de la República– y con un doctorado en la Universidad Federal de Río Grande del Sur, comenzó a tener una participación activa en medios de comunicación como columnista en el diario El País y la tertulia de En perspectiva. También esporádicas apariciones en el programa televisivo Polémica en el bar, de Canal 10. Sus intervenciones representaban la voz del empresario rural exitoso, del emprendedor que, con trabajo, esfuerzo e inteligencia, logró construir un imperio agropecuario. Su discurso tenía la línea del pensamiento liberal conservador, católico, de derecha, afín al gobierno de la coalición y férreo opositor del Frente Amplio.
En los últimos tiempos, comenzó a inmiscuirse en la actividad política: sus vínculos con el senador blanco Sebastián da Silva –quien lo definió como «un amigo»– lo acercaron al Espacio 40, y se convirtió en un entusiasta militante del gobierno y del sector –hoy– más votado del Partido Nacional. Esta semana, Carrasco se presentó en una reunión vía streaming ante los inversores y sus representantes para dar explicaciones sobre el desbarranco del negocio de Conexión Ganadera. Su aspecto no era el de antaño, cuando los aplausos cerraban sus disertaciones en las exposiciones rurales.
Con el rostro cansado, la voz entrecortada, la mirada hacia abajo, el otrora empresario rural exitoso intentaba explicar qué fue lo que pasó con unos 250 millones de dólares invertidos por unas 4.200 personas de Uruguay y otras partes del mundo, cuyo destino se desconoce. Esa tarde, su poder de convencimiento, que lo llevó a la cima, no fue tan efectivo. Buena parte de los inversores perdieron la confianza que los llevó a invertir en la empresa y comienzan a avanzar en busca de recuperar el dinero perdido. A las tres denuncias penales presentadas contra los propietarios de Conexión Ganadera se suman varias solicitudes de declarar el concurso de acreedores; al menos una de ellas incluye el pedido de embargo genérico de los bienes de Carrasco, de su esposa y de la familia de Gustavo Basso. Entre los inversores perjudicados hay certeza de que existen bienes y cuentas bancarias en distintas partes del mundo, más allá de los ofrecidos para alivianar las pérdidas producidas.
LA PALABRA DEL SEÑOR
Carrasco comenzó en la actividad ganadera de la mano de su padre, quien lo contrató como asesor. Durante la charla «Protagonistas del agro», desarrollada en la Asociación Agropecuaria de Dolores, contó que era profesor de la Cátedra de Cereales y Cultivos Industriales de la Facultad de Agronomía –quería ser investigador– y que, tras quedarse sin trabajo, convenció a su padre sobre su capacidad para el negocio rural (El País, 23-X-22). A diferencia de su esposa, Carrasco no tiene tradición campera; su familia nunca tuvo campos, pero aprendió rápido del negocio.
Ya inserto en el mundo agropecuario, ejerció como consultor de empresas en Paraguay, Panamá y Angola, y conoció a Basso, quien trabajaba en un escritorio rural de Florida. Juntos montaron un esquema de negocios que les permitió obtener fondos rápidamente. Los socios de Conexión Ganadera tenían perfiles complementarios: mezclaban el conocimiento del mundo agropecuario y la experiencia en negocios rurales. Quienes lo conocen definen a Carrasco como un hombre inteligente, intelectualmente bien formado, a veces soberbio, altanero, pero con un gran poder de persuasión, un aspecto clave para la captación de los fondos que apuntalaron el negocio de Conexión Ganadera durante dos décadas. «Era un tipo conocido, que sabía del tema y que vendía el negocio muy bien», dijo una fuente del ámbito judicial a Brecha.
Con sus palabras podía convencer incluso al más desconfiado sobre las virtudes de invertir en su empresa; sabía adaptarlas al interlocutor que tenía enfrente. La cartera de clientes incluía desde grandes hacendados, acercados en su mayoría por el círculo de contactos de su esposa, hasta medianos y pequeños productores rurales. Pero también gente que desconocía del negocio rural y que veía en Carrasco una especie de gurú de inversiones. Dentro de la maraña de clientes estaban varios amigos de ambas familias, hoy afectados por la situación. También congregaciones religiosas, como la curia de Canelones, que puso parte de sus ahorros en manos de los «buenos samaritanos» que les prometían buena rentabilidad en poco tiempo.
Su activa participación en programas de radio y televisión y sus columnas en medios escritos como experto del mundo ganadero coadyuvaron a construir la imagen de hombre exitoso y confiable que le vendía al mundo. La inversión en Conexión Ganadera era recomendada por consignatarios rurales, economistas y políticos. También por el boca a boca de los clientes, que durante años recibieron sus pagos en fecha. Las voces disonantes o críticas sobre la fiabilidad del negocio –que hoy pueden leerse en redes sociales– permanecían ocultas para el gran público.
En sus discursos, esos que construyeron su imagen, Carrasco mezclaba la exaltación del mundo rural, las dificultades del negocio, la necesidad de emprender, de ser audaces,
y, para variar, las críticas al peso del Estado: «Uruguay es un país fantástico para venir a vivir, no es tan fantástico para hacer negocios», dijo en una disertación. En otras instancias criticó a las asociaciones rurales y al movimiento Un Solo Uruguay («es una confederación de sentimientos populistas que terceriza la culpa de sus problemas»); en 2021, a través de sus redes sociales, reclamó que Uruguay abandone el Mercosur para poder comerciar libremente con el resto del mundo.
Sin embargo, Carrasco sabía adaptarse. Cuando la marca Stradivarius puso su mira fuera de fronteras, comenzó a vincularse al lobby exportador y se convirtió en vicepresidente de la Cámara de Comercio Mercosur-ASEAN, que fomenta el comercio entre el bloque regional y los países del sudeste asiático. En ese rol, viajó a Tailandia y Malasia, entre otros países, en busca de mercados para su carne gourmet. A su retorno, en una entrevista, dijo que se debía una autocrítica: «Soy muy crítico del Mercosur, pero la verdad [que] es potente. […] El Mercosur afuera funciona mucho mejor que adentro».
Agobiado por la situación, durante el streaming con inversionistas aseguró que honraría los compromisos asumidos por la empresa y que no abandonaría el país. Pero también dejó entrever lo que será –seguramente– parte de su estrategia de defensa frente a las denuncias penales presentadas en su contra. Ante una audiencia ávida de respuestas, Carrasco dijo que está sorprendido por la situación financiera de la empresa y aseguró que se enteró de lo que pasaba tras la muerte de su socio. Según dijo, entre los socios existía un acuerdo tácito de que Basso tenía el control de la operativa financiera y que él sería «el hombre del terreno», dedicado al desarrollo de la actividad agropecuaria: «A mí [la operativa financiera] no me interesaba mucho, sabía que estaba en buenas manos y ni siquiera tenía el acceso a ninguna de las cuentas de Conexión Ganadera». Sus dichos causaron molestia en la familia de Basso, según informó el periodista y empresario Martín Olaverry, experto en temas rurales.
VÍNCULOS POLÍTICOS
Tras el descalabro de Conexión Ganadera, el senador Sebastián da Silva aseguró que descreía del negocio de los fondos ganaderos por la alta rentabilidad que ofrecían. Sin embargo, el legislador reconoció que recomendó a más de una veintena de personas invertir en Conexión Ganadera, la empresa de su «amigo», quien era de absoluta confianza. De la mano del legislador, Carrasco comenzó su militancia en filas nacionalistas.
En los últimos años, Carrasco se transformó en un férreo defensor del gobierno de Luis Lacalle Pou, con constantes exaltaciones a su gestión. También en un duro crítico del Frente Amplio y del PIT-CNT: «Qué jodido que es el marxismo stalinismo para la gente de buena voluntad», escribió en la red social X. A esto le sumaba constantes alertas sobre el impacto negativo que tendría el triunfo electoral de un partido radicalizado, cooptado por tupamaros y comunistas. En filas blancas, sin embargo, intentan que el partido no quede atado a su nombre. «Es un recién llegado, un simple votante», dijeron a Brecha
fuentes nacionalistas.
Los vínculos con el partido, sin embargo, están presentes en su trayectoria empresarial. El gerente general de Stradivarius es Martín Bartol, hermano del exministro de Desarrollo Social Pablo Bartol. Además, según informó La Mañana (29-I-25), en su momento Conexión Ganadera decidió cambiar los contratos con los inversionistas para presentarse como un negocio ganadero, no financiero. La gestión fue hecha por el abogado Jorge Fernández Reyes, profesor de la Universidad de Montevideo, miembro fundador y activo del Instituto Uruguayo de Derecho Agrario, esposo desde 2009 de la vicepresidenta, Beatriz Argimón. Este medio informó que el excanciller frenteamplista Gonzalo Fernández fue abogado de la empresa ante una denuncia penal presentada hace más de una década por dos inversores que decían haber sido estafados.