El joven prodigio Aaron Swartz había escrito en su “Manifiesto de la guerrilla por el acceso abierto”: “La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren quedarse con él. Todo el patrimonio cultural y científico del mundo, publicado durante siglos en libros y diarios, continúa siendo digitalizado y guardado por un puñado de corporaciones privadas. (...) ¿Obligar a que académicos paguen dinero para leer el trabajo de sus colegas? ¿Digitalizar bibliotecas enteras pero sólo permitir que la gente en Google las pueda leer? ¿Proveer artículos científicos a aquellos en las elites universitarias del Primer Mundo, pero no a niños en el sur del planeta? Es indignante e inaceptable”.
El acceso abierto ha tenido consecuencias interesantes. jstor, la base de datos que alberga tesis y...
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