El epígrafe, firmado por Homero Expósito, tensa con precisión y poesía una de las cuerdas más íntimas de esta novela: “Y atrás de un tul, siempre París/ vendiendo azul lo gris”. Regresa una vez más la “ciudad luz” a nuestras páginas y esta vez lo hace en forma de una sucia y mentirosa hembra engullidora, apreciación esta última que se contagia del tono infeccioso que acomete el narrador-personaje que escribe y se escribe frente a nuestros ojos. Un tono que elige y padece un asco urgido, una prosodia “odiante”, fruto de una violenta y declarada inadecuación vital. Siempre inteligente y mordaz, ese tono suele estallar, metonímico, toda vez que un pelo en el baño aniquila el ánimo, o la mirada se descubre elogiando la pulcritud de unas mangas de camisa. Y es que se trata de un narrador –apen...
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