Dos semanas atrás en el municipio de Ferguson, 20 quilómetros al noroeste de Saint Louis, Missouri, el agente policial Darren Wilson tuvo un altercado con dos jóvenes negros que caminaban por el medio de la calle en un barrio de apartamentos. Como resultado, el agente disparó su arma de reglamento y, con al menos seis balazos, mató a Michael Brown, que iba desarmado. Desde entonces Ferguson –una localidad donde dos tercios de sus 20 mil habitantes son negros y 50 de sus 53 agentes policiales son blancos– ha sido escenario de constantes manifestaciones iracundas pero pacíficas durante el día, y espectaculares confrontaciones de policías y centenares de jóvenes durante la noche.
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