En 1590 Miguel de Cervantes tenía 43 años y no se le daban las cosas, así que se obsesionó con un objetivo que les sonará familiar a varios de ustedes: conseguir un empleo público. Hasta ese momento no había tenido mucha suerte, aunque es cierto que su vida no había sido de las más prolijas. Además de la carrera militar que le inutilizó una mano y lo llevó tener decenas de peripecias más, había estado cautivo en Argel y peregrinado por Andalucía en trabajos de baja remuneración. Entonces escribió una carta al Consejo de Indias, para pedirle a los reyes varios empleos; uno de ellos, ser el contador de Cartagena de Indias, el puerto desde el que salían la mayoría de las riquezas que los españoles saqueaban en América. La respuesta de Felipe II (estrictamente, del doctor Núnez Morquecho, func...
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