China es un país de dinastías. Así se describe su historia. Durante cientos de años éstas han modulado su devenir. Incluso en la China republicana, tras el pronto fallecimiento del padre fundador Sun Yat-sen, no faltó quien pretendiera dar vida a un nuevo linaje (el efímero mandato de Yuan Shikai). La China maoísta cortó de raíz los titubeos dinásticos. En una ocasión el propio Mao ordenó paralizar simbólicamente su tren al pasar junto a la montaña Tai, una de las más sagradas en China, hasta cuya cumbre ascendían los emperadores para rendirle ofrendas al cielo, a fin de evidenciar que él nunca haría lo mismo. Sus campañas contra las viejas costumbres y las viejas ideas pretendían construir un dique infranqueable contra el retorno de aquel pasado que había conducido a China a la decrepitud...
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