Es muy poco lo que en su paisaje lo vincula al Marconi, al Borro o al Nuevo Capra, pero Santa Catalina es un asentamiento, si por asentamiento se entiende un montón de gente que se establece en un lugar “irregularmente”, lo ocupa, lo puebla, lo construye. Hasta hace 25 o 30 años Santa Catalina era un gran terreno abierto apenas habitado, base de pescadores artesanales que salían mar adentro desde su playa, un gran baldío semirrecostado sobre antiguos saladeros y frigoríficos en desuso, restos de lo que un día fuera una zona industrial. Es, también, casi que un apéndice del Cerro, de cuyo corazón la separan escasas decenas de cuadras. Pero desde hace tres décadas, más aun hoy, es una zona con personalidad propia, enclavada en un territorio, el oeste de Montevideo, en plena transformación –l...
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