Si algún escriba se abocara a la farragosa tarea de recopilar aquellas frases de antología de Mujica, no podría eludir el “No sea nabo, Néber”. En su momento, los escandalizados optaron por centrarse en el epíteto, un vocablo naif alusivo a una hortaliza sopera que apenas alcanza los galones como para ser considerado un insulto. El Pepe era entonces parlamentario, pero la especie causó un festejado revuelo, el suficiente como para catar una vez más la impostura del político impensado. El hombre de pasado tupamaro había sido irreverente con el ícono del periodismo de la época, el circunspecto modelo de la Objetividad, con mayúscula, que a la postre terminaría asesorando al Partido Nacional. De todos modos, Mujica seguiría desparramando improperios inspirados en la gastronomía popular a dies...
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