Nuestro país acaba de mostrar, en el Mundial de México, el fútbol más conservador de toda su historia. Mostró un fútbol reprimido y represivo este Uruguay que destina a gastos de represión el 40 por ciento del presupuesto nacional. Ese fútbol conservador, pura defensa, nada de ataque, se proponía romper juego y no se avergonzaba de ser incapaz de crearlo. El seleccionado de Borrás no jugó para disfrutar, para sentir el placer del juego y trasmitirlo a la hinchada, pero tampoco jugó para ganar: enemigo del riesgo tanto como de la alegría, jugó para no perder. El resultado, paradójico, irónico castigo, está a la vista: recibimos la peor goleada de nuestra historia en los mundiales. El miedo al papelón acabó en el más espectacular de los papelones.
Ofrecimos el fútbol más feo del campeonato. ...
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