Están en los cosméticos y los geles de baño, en los plaguicidas que van a las plantas que después servirán de alimento a otros animales, y por último a los seres humanos. Están en los recibos del supermercado, en los envases de plástico, en las sartenes de cocina: son los llamados disruptores endócrinos químicos (Edc en inglés), sustancias capaces de alterar el equilibrio hormonal en humanos y animales, y que pueden causar problemas reproductivos, obesidad y algunos tipos de cáncer, entre otras muchas enfermedades.
Bruselas tiene certificada su existencia y algunos de sus efectos desde los noventa, pero en más de 20 años no ha desarrollado una normativa que regule su uso, a pesar de las críticas de varios expertos, contentando así a los lobbies de las multinacionales que se verían afectada...
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