El domingo, entre las dos y las cuatro de una tarde de sol de otoño, el escrache se concretó. No fue una masa de gente, más bien poca –¿cien personas?– la que se concentró primero en la plaza y marchó luego hacia el edifico de ladrillo, pero resultó suficiente como para hacerse notar y recordar al menos a los vecinos de José Martí al 3077, pleno Pocitos, que allí arriba, en el cuarto piso, uno de los torturadores y asesinos más emblemáticos tiene su casa. Acaso para sacarse la bronca y para remarcar que, casi siempre, en los actos de este tipo hay algo de sanación, personal y colectiva. Un par de jóvenes treparon a una saliente del edificio y junto a otros dos colocaron una banderola, atada a una palma: “Gavazzo: a donde vayas te iremos a buscar”. Un habitante del edificio pasó por debajo ...
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