Algo se apaga lentamente, pasado el tiempo, en el fenómeno Mario Bellatin. Algo parece irreversible, funcional a una frase de este libro: “buena parte de mi escritura ocurre para ser olvidada al instante”. Es, al acabarse, cierto: con su estilo diáfano, ya un oficio después de treinta años, Bellatin tiende a esencializarse, a desaparecer. Tiene (o tuvo) alrededor de sí una imagen que comienza a quedar atrás, lejos. Estaba en la lista de los escritores renovadores cerca del año 2000 por Efecto invernadero, Canon perpetuo, Salón de belleza, Damas chinas. Aunque continúe con su poética de la mutilación, dando imágenes secas y violentas (“el cordero que va a ser entregado en ofrenda se separa con confianza del rebaño y ofrece el cuello al matarife con una determinada luz irradiando de los ojos...
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