El Palacio Salvo está ahí desde siempre –o al menos así lo parece–, y es probable que muchos de los caminantes de esta ciudad compartan en todo o en parte, con respecto a la solemne torre, lo que dice el narrador de La tregua, de Mario Benedetti: “He aprendido a querer ese monstruo folclórico que es el Palacio Salvo. Por algo figura en todas las postales para turistas. Es casi una representación del carácter nacional: guarango, soso, recargado, simpático. Es tan, pero tan feo, que lo pone a uno de buen humor”. Es así; guste o no, uno al Salvo lo quiere, aun sin saber nada de Mario Palanti, el autor del “monstruo folclórico”, que siendo italiano difícilmente pensara en el “carácter nacional” (uruguayo), o supiera qué exactamente quiere decir “guarango”, y ciertamente se sentiría desolado po...
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