En la noche del 16 al 17 de julio de 1918, los últimos descendientes de una dinastía de tres siglos: el ex zar de Rusia Nicolás, su esposa Alejandra, sus hijas Olga, Tatiana, María y Anastasia –la mayor de 24 años, la menor de 17–, y su hijo Alexey, de 13, fueron conducidos al sótano de la casa que los alojaba en Ekaterimburgo, y 11 hombres, bajo las órdenes de un tal Yurovsky, dispararon sobre ellos. Algunos relatos agregan que el matrimonio y el benjamín murieron instantáneamente, pero las muchachas tuvieron que ser rematadas a sablazos. Una semana después, las huestes de los rusos blancos que resistían a la revolución bolchevique llegaron al lugar. Unos pocos días separaron a los Romanov de su salvación. Ellos no lo sabían; quienes dieron la orden de la ejecución –se le atribuye a Lenin...
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