Yo estuve en el estadio aquella noche. Tiritando de frío, empapado por la lluvia, indignado por el sospechoso apagón –¿casualidad, accidente, sabotaje?– que frustró por un largo rato el recital, y, por supuesto, vibrando de emoción. Estuve aquel 12 de mayo de 1984 cuando un recién regresado Alfredo Zitarrosa volvió a jugar en cancha grande para deleite popular, y Uruguay, con su presencia, volvía a ser Uruguay. Estuve escuchando al “cantor de la voz más grande que él”, como dijo alguna vez Enrique Estrázulas, aquella noche irrepetible y seguramente estaré en la noche del próximo 10 de marzo cuando Zitarrosa cumpla 80 acompañado de su gente vieja y nueva, y sea celebrado por una barra impresionante de músicos viejos y nuevos, contemporáneos a su forma de describir al Uruguay por milonga y l...
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