Atea comunión - Semanario Brecha
Cultura Suscriptores

Atea comunión

Al idioma italiano lo tradujo la hija de un obrero de la Alfa Romeo que nunca pudo comprarse un auto. Al inglés un inefable espía que los británicos nunca pudieron atrapar. Toda traducción es la historia de una imposibilidad. Lo saben los traductores de Eduardo Galeano, un obsesivo por cómo sonaban sus palabras en idiomas que ni siquiera conocía demasiado bien.

Foto: Oscar Bonilla

Una de las primeras cosas que preguntó Rigoberta Menchú al llegar a la casa de Galeano en Montevideo fue si tenían fax. Para su anfitrión sonó como un pedido de cosmódromo. Había aprendido de Juan Carlos Onetti que para escribir no se precisaba más tecnología que el alfabeto y el lápiz, y con todos se carteaba por el viejo mecanismo de los sobres con sellos.
Durante el exilio había sido un cliente tan habitual del correo español que uno de los funcionarios no podía creer que ese asiduo visitante –que no sabía si definir como turista o como sin papeles– fuera un celebrado escritor. Pasaron años antes que lo descubriera al pasar por una librería madrileña y ver en la vidriera una gigantesca foto de “su cliente”.
Su asombro fue casi tan grande como el de Galeano al escuchar el pedido de la lí...

Artículo para suscriptores

Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social

Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.

Suscribite ahora

¿Ya sos suscriptor? Logueate

Artículos relacionados

Edición 2078 Suscriptores
Cultura y ciencia en el presupuesto

Misma cara de unas pocas monedas

Edición 2078 Suscriptores
Jueces, fiscales y defensores públicos reclaman más presupuesto

El burnout de la Justicia

Edición 2078 Suscriptores
La protección de las infancias frente a la violencia vicaria

Donde más duele

Edición 2078 Suscriptores
Venezuela, entre la normalidad y el escenario bélico

Vuelve Trump, vuelve el lobo

Edición 2078 Suscriptores
Israel y su aparato de propaganda para ocultar el genocidio

Tapalo con plata