Mientras que en 1895, en el Salon Indien del Gran Café de París, los hermanos Lumière proyectaban las primeras vistas obtenidas con su cinematógrafo, en el Salto oriental el inquieto adolescente Horacio Quiroga ya experimentaba con la fotografía y se sumergía en su laboratorio, donde había aprendido, entre varias cosas, las técnicas del revelado.
Este detalle es un botón de muestra de algo que tempranamente se vislumbró en Quiroga: el asombro y la pasión por lo manual, lo técnico y lo experimental, con todas las implicaciones que tendría en su peripecia, en su labor literaria y en el imaginario que fue construyendo hasta hoy. Con esta misma actitud de asombro y pasión se enfrentaría en varias facetas al fenómeno naciente y creciente del cine.
Quiroga fue aprehendido por el cine que recién ...
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