A cambio de su fuerza de trabajo un preso no percibe lo mismo que cualquier trabajador. Para el Estado, un preso que trabaja no es igual a cualquier trabajador. Y mientras tanto, dentro de la cárcel hay casi tantas modalidades de trabajo como trabajadores, muchas teñidas por la informalidad. La oferta laboral de la cárcel exhibe emprendimientos del Estado y de privados que “contratan” a presos, además de presos-empresarios que se transforman en jefes de sus compañeros-empleados.
El criterio que parece primar, defendido por muchos mediante argumentos por demás atendibles, es que es necesario que las personas privadas de libertad estén ocupadas, se capaciten y reciban algún dinero para colaborar con sus familias o generar ahorros de cara a la salida. El trabajo dignifica, parece ser la idea ...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate