La ceremonia de toma de posesión del gobierno apenas duró diez minutos. Temer había pedido que fuera rápida. Lo fue. Desde hacía dos meses, todavía como presidente interino, planeaba el viaje a China, y la reunión del G 20 sería su gran estreno como jefe de Brasil. Por eso había hablado con los senadores para que aceleraran los discursos del cuarto día del juicio político contra Dilma Rousseff, y le garantizaran que asumiría el mandato el día 31, como muy tarde a las 15 horas. Tres horas después tomaba un avión rumbo a Shangai.
En el vuelo lo acompañaban los tres escuderos de la nueva era Temer, quienes más le han ayudado en la tarea de convertirse en el tercer vicepresidente (después de José Sarney e Itamar Franco) que alcanza el máximo cargo del Ejecutivo sin haber sido electo. El primer...
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