La llegada de Marcelo Calero a Brasilia fue una cadena de casualidades. En la capital pocos conocían a este político y diplomático carioca que en apenas diez días ha revolucionado el gobierno de Michel Temer. La primera casualidad fue la de aterrizar en un ministerio que ni siquiera iba a existir.
En mayo, cuando Dilma Rousseff fue apartada por primera vez del gobierno, Temer asumía la presidencia en funciones con un nuevo gabinete, y entre sus primeras medidas anunciaba el cierre del Ministerio de Cultura. Después de semanas de manifestaciones y de que cientos de brasileños ocuparan once secretarías de Cultura en diversas ciudades, el mandatario que estrenaba cargo decidió dar marcha atrás y matar dos pájaros de un tiro para limpiar su imagen: reabrir ese ministerio y ofrecérselo a una mu...
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