Hay algo extraño en pasar más de 15 minutos hablando en el baño de una cárcel con una mujer presa: naturalizar que un bebé llora en el piso. Recostado sobre su lado izquierdo, llora. A gritos. No sé si quien está cerca es su mamá. Estoy segura de que uno de sus hijos es otro niño, en el cochecito, que la mira mientras ella lava su ropa interior en el lavatorio. También sé que es su hija una niña de 4 años, que vuelve a las tres de la tarde de la guardería. ¿De quién es el niño que llora y nadie arrulla?
Cartas dirigidas a la dirección del Instituto Nacional de Rehabilitación (Inr), recomendaciones de organizaciones sociales, de la Institución Nacional de Derechos Humanos, del Comisionado Parlamentario, de la Suprema Corte de Justicia, movilizaciones de los vecinos, posicionamientos de facu...
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