En la noche, por primera vez en mucho tiempo, en lugar de los bombardeos suena una fanfarria. Un grupo de músicos ataviados como Papá Noel soplan sus bronces a todo pulmón. Otros, en igual vestimenta, golpean los bombos con entusiasmo peronista. En la primera fila los redoblantes están en manos de los más jóvenes, que cruzan miradas con unas muchachas en traje de girl scout.
No sólo están rodeados por la multitud. Hay quien se sale de ese mar que los rodea y se mezcla entre ellos. Como ese anciano que se mete entre las filas de la banda agitando una bandera siria. Parece querer sumergirse en medio de la música para convencerse de que es real. Tocar a los que están tocando. A su alrededor se ven otras banderas. Las amarillas de la milicia chiita Hizbolá. Las tricolores de Rusia. Coexistenci...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate